La voluble cámara de TVE

Ayer se inauguraron las fiestas patronales de este pueblo y como los sábados no nos dan para madrugar, en esta casa lo vimos con amigos desde la cálida comodidad del sofá. Fue así como nos enteramos. Por inercia o por falta de criterio, teníamos puesto TVE y, por un instante, la breve mancha de una sábana roja, verde y blanca se dejó intuir en la esquina de la pantalla (ver 50’45»). ¿Hay una Godzilla-ikurriña tapando medio Ayuntamiento? Esperamos en vano la repetición del plano, mientras especulábamos con posibles explicaciones: ¿quizás una bandera pequeña, situada a poca distancia de la cámara, había generado esta extraña ilusión óptica?

Tuvimos que cambiar de canal para averiguarlo. La esquiva imagen de TVE se convirtió, enfocada por ETB, en una gigantesca bandera del País Vasco. Una anomalía bien difícil de esquivar pero que, bajo el criterio del realizador de TVE, no debía de tener interés informativo: nada que ver con los recursos de cabezas y más cabezas fluyendo con la marea humana durante más de 15 minutos (la bandera sé colgó algo después de las 11:45). Y no es lo único que esquivaba TVE: en ETB era mucho más fácil leer «Etxera» en esa otra bandera blanca y negra que decora las esquinas de los planos de la tele estatal (véase, por ejemplo: 49’12»).

El momento épico llega sobre 59’10», una vez que la dichosa ikurriña no puede seguir siendo obviada porque, ¡mecachis!, va a retrasar el lanzamiento del chupinazo. Así es como lo explica la periodista de TVE: «No sé si podemos ver la imagen del ayuntamiento porque, bueno, creo que ahí hay… un poco de… de movida… han desplegado algunas banderas. Bueno, es algo que suele pasar todos los años». Pero aún hay que esperar otro minuto largo más para que «lo que suele pasar todos los años» salga en pantalla. Me imagino el apretón del pobre realizador, conteniendo todo lo posible ese plano que tanto había costado evitar. Y a los acalorados periodistas, sin poder decir caca «i-ku-rri-ña». Me los imagino a todos asfixiados, rígidos, sonriendo festiva y apolíticamente, procurando «no ver» eso que «no han visto», actuando con total y constitucional normalidad.

Pero lo más llamativo fue lo que sucedió en casa, poder apreciarlo en directo: aquí todos supimos perfectamente que, si queríamos enterarnos de algo, debíamos cambiar de canal. En algún momento, hemos aprendido que en TVE estas cosas no suceden. Hemos aprendido que la realidad es eso que cambia cuando sintonizas otro canal. Y, lo que es realmente grave: que la información pública, la que debe servir de base a una sociedad más crítica y con mejor poder de decisión, depende de los votos repartidos en unas urnas. Según las encuestas de noviembre de 2011, rezar hace más llevadero el desempleo, la culpa es de los padres que las visten como putas, los gays siguen ocultos dentro de sus armarios y en Navara no, repito, NO hay nacionalismo. Tenemos una televisión tan «democrática» que cada cuatro años podemos votar qué Verdad se vuelve a llevar. Ojalá no sea la que nos merecemos.