Rescato un fragmento del comentario de Juantxorena en este mismo blog ayer:
[…] tengo que decir que he pasado largo tiempo discutiendo en internets con fanáticos de diversas cosas, como el diseño inteligente, la homeopatía, el arte moderno, diversos equipos de política, Apple, etc. y me he dado cuenta de que es como hablar con las paredes, ya que cada grupo tiene una frase lapidaria estúpida, normalmente una variación del “Y tú más” que sueltan sin ton ni son y creen que es irrefutable (en el caso del arte, como se ha podido comprobar, es el “pues a la gente le gusta Bisbal”), y como cada vez soy más pasota y más feliz, ahora paso de discutir.
Esto sucede en general con cualquier grupo de personas que no atiendan a razones sobre cualquier tema, aunque ocurre especialmente en asuntos donde la razón es la primera baja en las filas de uno de los bandos. ¿Y por qué ocurre así? Porque la principal pega que tiene la razón es que sólo puede competir contra sí misma, de lo contrario es como querer esgrimir la espada contra un fantasma. El ejemplo más claro es la religión. El dogma fundamental de las tres grandes religiones monoteístas es «no penséis: creed». ¿Qué podemos hacer contra eso?
En el eterno debate ateísmo vs. religión, por parte de los segundos, existe una frase del tipo «Y tú más» que me gusta especialmente, porque aúna en un solo renglón lo absurdo de este tipo de frases con la famosa ley de Godwin. Me refiero, cómo no, a la de «el ateísmo es malo porque Hitler era ateo», o derivados. Ya que explicar por qué esta frase no es un argumento y aspirar a que estas personas lo comprendan es misión imposible, y ya que uno todavía es algo optimista, como le dije a Juantxorena, voy a hacer algo mucho más sencillo y fácil de comprender. Dedico la siguiente frase (vía el Otto Neurath) a toda esa gente fan del «Y tú más»:
Los colegios laicos no pueden ser tolerados jamás, porque dichos colegios no imparten instrucción religiosa, y una instrucción moral genérica, sin ningún fundamento religioso, está construida en el aire; por consiguente, toda la formación del carácter debe ser derivada de la fe: necesitamos gente creyente.
(Adolf Hitler, 26 de abril de 1933, en las negociaciones del Concordato Imperial)