La cigarra que cantaba números primos

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A pesar de la creencia popular, resulta discutible que las matemáticas sean una «ciencia». No como se suele entender, al menos: no como lo pueden ser la física, la biología o la antropología. Hay quien se refiere a ellas como una «ciencia formal». El debate semántico no me interesa demasiado, pero sí hacer notar que existe una diferencia insalvable entre afirmar que «los planetas se atraen» y que «2+2=4». Lo primero es un hecho observable, medible, lo segundo… es un jardín en el que sólo exploradores más valientes que yo se atreven a entrar (y yo, desde aquí, recomiendo seguir su camino).

Sean lo que sean las matemáticas, pocas cosas me parecen tan incitantes (tan sexys, si se me entiende) como el abismo de la lógica pura sin referentes, la música por la música, la autoconsistencia como única guía. Y, por eso mismo, resulta emocionante que este mundo «real», ese lugar intuitivo y barroso, lleno de poros y de tropiezos, encuentre tantos espejos en el palacio de las bellísimas, nitidísimas, (casi élficas) matemáticas. Especialmente, si hablamos de sus metateorías como la teoría de números. La repura repera de las matemáticas puras.

Tomemos, por ejemplo, los números primos: probablemente, una de las colecciones más populares, caracterizados por una propiedad tan… «intelectual», tan abstracta, que no es posible siquiera predecirlos o calcularlos. Quizás por eso, en el imaginario colectivo los primos aparecen cubiertos por cierto halo de misterio: asociados a hipótesis indemostrables, a habilidades extraordinarias de niños autistas o superdotados, a enormes computadoras murmurando en un sótano hasta encontrar el siguiente más alto. En el ámbito de la tecnología, tienen aplicaciones relacionadas, sobre todo, con la criptografía. En un mundo «natural» lleno de repeticiones y simetrías resulta difícil imaginar, sin embargo, qué representación directa podrían tener los números primos. No se trata sólo de que «aparezcan» (a fin de cuetas, sería tan extraña su ausencia como su prevalencia), sino de que lo hagan por ser primos, de que algún fenómeno encuentre su explicación y razón de ser en esta extraña propiedad.

Pues bien, la respuesta se encuentra, precisamente, en la presión por huir de las repeticiones y las simetrías de la naturaleza. Cierta especie de cigarra sale a la luz para reproducirse únicamente cada 13 o 17 años: precisamente números primos. Y la explicación más probable es que hayan alcanzado estas cifras en una carrera evolutiva para esquivar a sus predadores: la cigarras que nacían cada 12 años, por ejemplo, fueron la merienda de especies que aparecían cada 1, 2, 4, 6 o 12 años. Coincidir en el 13 es más complicado, en cambio (las especies predadoras son supersticiosas, se entiende :P). Este año, las cigarras han vuelto a aparecer y en Mapping Ignorance, Copépodo les dedicó hace algún tiempo este estupendo artículo, hablando de su curiosa afición por las matemáticas. A mí me ha hecho pensar en este, también estupendo, comic de Abstruse Goose que traduzco para su disfrute, sólo que esta vez es una cigarra la que canta en vez de un unicornio volador.

Impure Mathematics, por Abstruse Goose
Impure Mathematics, por Abstruse Goose

2 comentarios sobre “La cigarra que cantaba números primos

  1. Jajaja. Al final Petros estaba equivocado… ¡¡El matemático nace y también se hace!!

    Acabo de encontrar este blog y con entradas como esta te has ganado un lector, felicidades.

Comentarios cerrados.