La Santidad del Arte

Hace tiempo, enlazamos una conferencia de Fernando Savater en la que lanzaba una idea bastante interesante:

La religión, si decimos que es falsa cuando habla de hechos, lo decimos en el sentido de que no se puede aceptar como explicación de ningún hecho una teoría que no puede ser desmentida por ninguna circunstancia real. No hay nada en el mundo que pueda pasar que no pueda ser explicado por la religión. Por eso la religión es falsa, como explicación de los hechos.

Por algún camino incierto, la idea terminó germinando en mi cabeza hasta ir a parar al mundo del arte. Quizás el paralelismo quede forzado o cómico, pero viene a decir algo así: la teoría del arte no puede ser aceptada como explicación de los hechos que acontecen en los museos y galerías de arte contemporáneo, puesto que no hay nada en el mundo real o imaginario, que, convenientemente situado en dichas galerías, no puediese ser explicado como arte. O, dicho de otra manera, ahora que todo (absolutamente todo), puede ser arte, deberíamos sospechar que nos la están metiendo doblada.

La idea me ha venido a la cabeza a partir de uno de los argumentos más utilizados para denostar ciertas obras de arte contemporáneo: «Esto lo pinta hasta mi primo de 5 años»… como si eso fuese un impedimento para el arte, un contrasentido evidente. Lo que el argumentador no sabe es que, de hecho, hay crías de 2 y 4 años o menos, que venden sus obras por cientos de miles de dólares. Quizás el argumentador recurra entonces a seres cuya inteligencia se considera incluso inferior a la de un bebé: «Esto podría hacerlo hasta un mono». Pero es que hay chimpancés que han vendido sus cuadros por más de 20000$. Hay incluso perros cuya obra ha sido exhibida a nivel internacional y se valora en cifras desorbitadas.

Shit Foutain de Jerzy S. KenarSi está claro que el nivel intelectual del artista no es obstáculo para la valoración (y tasación) de su obra, el contenido lo es aún menos. Frases como «eso no es arte, es mierda», carecen de sentido pues ya no presentan ninguna contradicción. La mierda ha llegado a los museos y no sólo en un sentido figurado, como prueba la ya célebre obra de Manzoni o la Shit Fountain de Jerzy S. Kenar que ilustra esta entrada. Incluso «basura» ha perdido su sentido despectivo, desde que en 2001, un empleado de la limpieza de una galería de Londres, incapaz de distinguirlos, desechase, junto con los demás desperdicios, una obra de Damien Hirst, valorada en más de 150000$ y consistente en un montón de botellas vacías, ceniceros sucios, vasos de plástico usados… lo que viene siendo basura, vaya. Lo mejor es que este  tipo de errores debe de ser bastante habitual.

Incluso la falta total de contenido puede ser apadrinada por la teoría del arte. Obras como 4’33» de John Cage, Blanco sobre Blanco de Malévich o incluso piezas plásticas conceptuales que sólo se manifiestan en la imaginación del espectador, pueblan los libros académicos. Hace años solía ir con un amigo a las galerías y nos parábamos a admirar los extintores: fruncido el ceño, mirada inteligente, gruesas gafas de pasta. Al cabo de un rato, claro, otra gente también se paraba… No existe ningún criterio que distinga al arte. De hecho, os reto a pensar en algo, cualquier cosa, que no pueda venderse en una galería como arte. Es totalmente imposible.

Pero si la teoría del arte no sirve para explicar estos  fenómenos, qué justifica su alta valoración. Yo lo diré: ¡la especulación! La «artisticidad» es como la santidad: basta ser bendecido por un comisario (galerista, hombre rico con gustos raros…), para que cualquier objeto pueda multiplicar su precio indefinidamente, y una vez lo ha multiplicado hasta una suma considerable, nada hará pensar a los demás especuladores, que no lo pueda seguir haciendo. El mercado del arte es como gigantesca burbuja inmobiliaria, donde el vendedor define además los criterios de habitabilidad: no tiene por qué tener cocina, baños o techo, basta un bonito marco.

Sin embargo, si cada vez menos gente cree en la religión, (o en las inmobiliarias) criticar el Arte —léase así, con mayúscula y coros celestiales elevando la palabra— está muy mal visto. Nos enseñaron que Van Gogh murió desquiciado y sin vender un cuadro, así que siempre podríamos estar equivocados en todo. No somos dignos del arte del futuro, así que delegamos enteramente nuestro criterio en el sumo sacerdote: el resultado es que hoy, arte sólo es lo que los expertos dicen que es arte.

13 comentarios sobre “La Santidad del Arte

  1. Más aún: como bien sabía Dalí, muchas veces vale más la firma que la obra. La prueba: Cierto cuadro que se creía que era de un discípulo de Goya vale x. Resulta que ahora creen que es de Goya mismo y vale mucho más ¿por qué? El cuadro es el mismo, su calidad, belleza o lo que sea no ha variado… es simple fetichismo.
    Efectivamente: un timo. Lo malo es cuando lo pagamos todos (en los museos públicos)

  2. Es más, un artista dadaísta cuyo nombre no recuerdo realizó un cuadro consistente exclusivamente en su firma y llegó a hacerse célebre por ello (de hecho yo lo conozco de un libro de historia del arte…).
    En cualquier caso, ese argumento lo desarrollaré en un post: ha llegado un momento en que las obras de arte se valoran por lo que el objeto «es» (su historia, quién lo hizo, su precio…) y no por las funciones que cumple, su calidad, su imagen etc. Modos de ver, un ensayo de John Berger resulta muy revelador en este sentido.

  3. Hace un par de semanas hubo un curso de verano de la U. de la Rioja sobre Arte y Matemáticas. Aparentemente muy interesante, acabó con un cabreo importante por parte de los «artistas profesionales» porque la visión de los matemáticos sobre lo que es arte les parecía indignante.

    Incluso en los circuitos de arte no comercial, es verdad que no hay más definición que «lo bendecido por los iniciados».

  4. Grandísima entrada Almudena, no podría estar más de acuerdo.

    Ha habido muchísimos casos en los que se demuestra que hoy Arte es lo que exponga una u otra galería, sin importar el contenido, han conseguido apartar tanto el «Arte» de la gente, que ahora mismo son términos que no se tocan en ningún punto, y así nos va, claro.

    Pero lo peor, es el inmenso mercado que va detrás, como siempre.

  5. Te has superado, Almudena, qué magnífica entrada, qué lucidez en el análisis, y qué deliciosa forma de desarrollarlo. Y lo del hombre de la limpieza… ¡impagable!

    Voy a tener que guardar el artículo para futuro uso con alguien que yo me sé…

  6. Muchas gracias, lo llevaba meditando un tiempo ya y tenía ganas de escribir sobre estos temas, que para algo pusimos la categoría de arte.

    @Minipimer:
    Lo peor de este distanciamiento es que, como dice Suso, hay museos públicos de arte contemporáneo que pagamos entre todos, y subvenciones y regalitos de todo tipo (supongo que conocerás el caso de la cúpula de Barceló). Sin embargo, sólo responden a los intereses de unos pocos y la mayoría de las obras están muy pero que muy sobrevaloradas.

    @Axil:
    Si te gusta lo del tío de la limpieza, te puedo contar mil anécdotas. Otra cosa no sé, pero para conocer ejemplos de obras de arte patéticas, estudiar Bellas Artes resulta muy útil. Una obra de arte conceptual que siempre me ha hecho mucha gracia, consistía en una galería vacía, por la cual el espectador se podía pasear sabiendo que el artista estaba haciéndose pajas en la habitación de al lado. Lástima que no me acuerde del nombre (y los libros los tengo en Madrid), pero vaya, como esa, montones…

  7. Qué me váis a contar que trabajé de bedel en el Reína Sofía, no sé que temíamos más, los colegios, los japonakas y sus cámaras o los gafapastas intelectualoides.

    Por cierto, todo esto es la cancamusa fuera del ámbito informático.

    Menos mal que nos quedan los hartistas http://www.hartismo.com/, impagable el test ¿soy un hartista?

    (Y no Iñaki, no es un herror, va con H)

  8. Os felicito Almudena, sabias palabras enlazaste en este post.
    Gracias por enlazarme tres entradas de ‘jovenes artistas’.
    La bendición del comisario o del crítico es algo a lo que me enfrento cada día no me lo considero, pero hablar de unos significa apoyarlos, olvidar otros, significa anularlos :(

    Me ha hecho reflexionar aún más tu post.

    Saludos, Pilar.

  9. Lo mejor de todo es cuando tienen que poner un cartelito indicando que es una «obra de arte»; no recuerdo en qué museo (o galería de arte) había, nada más entrar, una especie de pirámide de caramelos apoyados contra la pared, obviamente la gente pensaba que estaban de regalo y empezaron a comerse la «obra de arte». Luego pusieron el cartelito, pero dejaron la pirámide medio deshecha.

  10. @Camarada Bakunin: Ya, ¡ya vi la H colocada en tu blog! Aunque no siempre me parecen coherentes en sus argumentaciones, los hartistas… aunque supongo que, siendo un grupo tan heterogéneo, habrá de todo.
    @Pilar: ¡Bienvenida Pilar! Soy suscriptora de tu blog desde hace tiempo. Precisamente este post nació de la mezcla de dos lecturas: la conferencia de Savater y tu artículo sobre Aelita Andre. Me alegro de que te gustara y de que te hayas pasado a leerlo (caerán más sobre este tema, sin duda).

  11. […] Aquí viene a cuento la frase del otro día, especialmente ácida, pero no por ello menos cierta. El artista, como todos, presta un servicio, y de hecho, un servicio bastante más dispensable que otros (comida, salud, ropa…). La idea de un creador cuya función fuese, exclusivamente, admirar y darle gusto a su propio ombligo, no se sostiene socialmente. ¿Qué sentido tendría mantenerlo? ¿El arte por el arte? ¿Algo que se valora porque se valora? ¿Y si de repente me diera por decir que un montón de basura es arte? Oh, wait!… […]

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