Una pila de apuntes inmensa sobre mis piernas abierta por la mitad —mentira cochina, abierta por el principio—. Asoma amenazante una hoja llena de filtros, ventanas, y transformadas varias. El Google Reader limpio. ¿El correo? Vacío. El de todas las cuentas. También el de la universidad, que no se lo sabe nadie. Ah, y el aulario virtual, nada. Los comentarios respondidos y sin novedades.
Nada con lo que procrastinar un ratito. Voy a volverme loco. Pero entonces, veo una ventana de la Wikipedia abierta y repaso la barra lateral, y entonces lo veo:

«Página aleatoria»… hummm… jamás un enlace había sido tan tentador. De hecho, en estos momentos esto sólo sería superable por otro que rezara «No pinches aquí, por lo que más quieras», o incluso «Prohibido pinchar aquí». Y como la mejor manera de librarse de la tentación es caer en ella (como decía Oscar Wilde), pincho. Y va y me sale esto.
Así que se me han quitado las ganas de volver a pinchar: el azar —o, siendo más justos, la pseudoaleatoriedad— me ha salvado de la procrastinación… Ah, no, que me ha dado cancha para esta entrada… Ouch!