¿Libertad de expresión?

Leo en PÚBLICO que la Audiencia Nacional ha embargado los coches, bienes y salario de cinco de los acusados por quemar fotos del Rey el pasado 22 de Septiembre, en Girona. No quiero entrar tampoco en largas argumentaciones sobre lo vergonzoso del asunto, porque supongo que a estas alturas cualquiera es capaz de recitarlas de memoria -sobre todo después de la que se lió con la caricatura del principito* en El Jueves-. Pero volvemos a las andadas y por mi cerebro se cruzan dos ideas opuestas:

La primera vendría a ser poco más o menos… «¡¡¡Aaaaaaah!!! ¿Pero nos hemos vuelto todos locos? ¡¡Serán… @jfxl#!ws|$zh hijos de la Gran Paloma!!»

La segunda, en cambio, me tranquiliza y saca un brillo maquiavélico y sibilino de mi ojo izquierdo, mientras me froto las manos a lo Señor Burns… «Excelente, que sigan así». Y es que a veces me pregunto cómo la Corona Española no se ha dado cuenta todavía de que su supervivencia depende directamente del poco ruido que haga. Si empieza a molestar más de la cuenta, corre el temible riesgo de despertar a los republicanos que tan plácidamente dormimos en el Estado del Bienestar, sin querer darnos cuenta de que YA NO NOS HACE FALTA.

* Claro está, una orden judicial obligó a El Jueves a retirar dicha portada de su página web. Por eso he tenido que poner un link al blog de Javier Armentia donde todavía aparece publicada.

100 años de Karajan

Hoy se cumple el primer centenario del nacimiento del director Hebert von Karajan (1908-1989). Los aficionados a la música clásica conoceréis bien este apellido, y supongo que a los que no lo sois, por lo menos os sonará de oídas, lo cual no deja de demostrar la gran popularidad que alcanzó uno de los directores más reconocidos del s. XX. Entre sus hazañas, sus seguidores cuentan la de haber dado a conocer al gran público la obra de Beethoven, gracias a sus muchas grabaciones. Otros aspectos menos célebres de su fama, hablan de su falta de escrúpulos políticos que le llevó a entenderse bien con el gobierno nazi alemán o su fuerte personalidad, marcada por la soberbia y un punto de egolatría. Músico, «divulgador» o mito, el gran talento de este director austríaco resulta innegable. Aquí os lo dejo al frente de la Filarmónica de Berlín, dirigiendo el segundo movimiento de una de mis sinfonías preferidas: la Séptima de Beethoven.

(Aquí la noticia en EL MUNDO)

La mejor inversión de su vida

Hay mucha gente que se dedica a registrar dominios en Internet, direcciones que consideran «buenas», con la esperanza de que alguna gran empresa se interese tanto por comprar alguno de ellos que pagarían lo que fuera. No es una práctica nueva, por supuesto. En los inicios de Internet y el gran auge de las «.com», fue un fenómeno habitual. Las empresas, lógicamente, querían tener una página web en una dirección con su nombre, pero… ¡muchos ya estaban cogidos! Así que tocaba apoquinar. No sé si Microsoft se lo compró a alguien, pero: imaginad que por allí por los albores de Internet conseguís registrar un dominio como «microsoft.com»… ¡tendríais la vida resuelta!

Hoy en día, se sigue haciendo, y se siguen rentabilizando. El «negocio» ha evolucionado mucho, de hecho. Ahora, ya no se limitan a registrar el dominio: crean una pequeña página web inútil y trabajan duro para posicionarla bien en las búsquedas de Google. Cuantos más dominios tienen y más páginas web enlazándose entre ellas, más arriba salen en las búsquedas. ¿Y qué empresa podría resistirse a pagar por un caramelo tan jugoso? Comprar un dominio y tenerlo bien posicionado en Google de entrada (eso implica visitas, muchas visitas)… desde luego que pagan.

Con la reciente aparición de los dominios con «ñ» y demás carácteres especiales que ahora se permiten, seguro que miles de estos inversores se han abalanzado a la caza de los mejores dominios. Y digo inversores porque eso es lo que son. Registrarlos no es gratis, y mantenerlos tampoco. No valen mucho dinero, andarán por los ¿20$ al año?, pero los que se lo toman en serio tienen registrados muchos: decenas e incluso los habrá con centenares. Sin embargo, les saldrá rentable ¿no?, si lo hacen…

Y todo esto viene a que he leído en PÚBLICO cómo un neoyorquino ha logrado vender un dominio por 2,6 millones de dólares. Chris Clark, que tiene una asesoría de páginas web, mantenía el dominio «pizza.com» desde que lo adquirió en 1994. Curiosamente, afirma que lo compró con la intención de convencer a una pizzería para que se asociase con él, pero no lo logró, así que se quedó con el dominio y ahora lo ha subastado. Ha tardado 14 años en rentabilizarlo, pero ¿ha sido o no ha sido una inversión cojonuda?