La función de las referencias en los artículos científicos

«Te lo paso, por si no lo tienes». Así comenzaba el correo que envié recientemente a un compañero; el resto solo era un enlace a un artículo de su campo. Y es que en ciencia se coleccionan referencias del mismo modo que un niño colecciona cromos. El objetivo subyacente difiere, obviamente: mientras la colección de cromos persigue la completitud, la colección de referencias persigue la relevancia, principalmente porque completar algo que no para de crecer es imposible. No obstante, la perseverancia del científico es, cuando menos, comparable a la del niño.

Por un lado, una buena colección de referencias —una vez leídas y asimiladas— proporciona al científico el sustrato indispensable para practicar su profesión de manera efectiva. Estas deben constituir el estado actual de su disciplina, la vanguardia; el estado del arte si se prefiere el anglicismo plenamente implantado en la jerga académica. Por otro lado, juegan un papel clave en la comunicación del nuevo conocimiento generado: salpican aquí y allá los artículos científicos —o papers— en forma de pequeñas anotaciones que enlazan con artículos anteriores. Tanto es así que las referencias —o citas—, una vez procesadas y convertidas en los diferentes indicadores bibliométricos que se manejan en la actualidad, son valoradas como el principal indicador de calidad en ciencia.

El artículo científico se ha convertido en un texto altamente estructurado y especializado. Debe contener única y exclusivamente, en un lenguaje accesible (aunque esto daría para otra discusión aparte, ya que puede que esto cada vez sea menos cierto) y de la manera más concisa posible, la nueva aportación realizada por sus autores. El resto, la contextualización dentro del paradigma científico del que nace dicha aportación, se referencia.

No obstante, las referencias han adquirido tal relevancia dentro de los textos científicos que puede que su uso se haya visto pervertido con el tiempo. Muchos son los autores que han caído en la cuenta de que el número medio de referencias incluidas en un paper tiene una tendencia clara a crecer con el paso del tiempo. En un nuevo estudio perpetrado en la Universidad Pública de Navarra, hemos verificado que existe dicha tendencia en el campo de la ingeniería durante los últimos 40 años. Más aún, resulta destacable el repunte que sufre dicha tendencia a partir del año 2000, hecho coincidente con la transición hacia las bases de datos científicas digitales y el acceso inmediato al conocimiento que esto proporciona a través de Internet.

En una primera aproximación, puede pensarse que es lógico que se referencie más sobre una base de conocimiento acumulado cada vez mayor: cada vez hay más ciencia hecha, luego cada vez hay que establecer un contexto más amplio a través de referencias. Pero yo niego la mayor: las referencias deberían citar el contexto más actual, menos establecido, puesto que este estará asentado a su vez sobre otro anterior a través de más referencias, y así sucesivamente. En definitiva, no podemos seguir citando a Aristóteles en un trabajo de física de partículas del siglo XXI, por poner un ejemplo extremo.

Sin embargo, el número de referencias crece; crece sin cesar. Y es que existe un buen número de factores —no tan sanos— que podrían impulsar, siempre en sentido positivo, este crecimiento observado. Así, nos encontramos con la autosugestión: existe la percepción subconsciente generalizada de que un artículo con pocas referencias es menos científico por ello, o que el autor es menos erudito, o ambas opciones. Esta percepción está inducida por la propia cultura científica. No es infrecuente, por ejemplo, que un editor de revista solicite más referencias al autor incluso antes de enviar su artículo a revisar.

Los factores aquí expuestos y otros modifican el valor de las referencias. Volviendo a la analogía con la que abríamos este artículo, la colección de referencias, como la de cromos, se valora en muchas ocasiones por su simple posesión y exhibición. El medio, como apoyo a la transmisión del conocimiento, se convierte en un fin en sí mismo.

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