Atención a partir de 4’30».
(Vía: Museo de la Ciencia).
Atención a partir de 4’30».
(Vía: Museo de la Ciencia).
La honradez es la mejor política —cuando se puede ganar dinero con ella.
(Mark Twain, escritor estadounidense)
Piotr Illich Tchaikovsky es uno de mis rusos preferidos. Quizás no llegue a sentirme muy identificada con él: su música no es cerebral como la de Prokofiev, carece del misticismo de Scriabin, o la pasión dolida de Rachmaninov… pero todo ello lo compensa con una desbordante fantasía y una dulcura casi infantil. Quizás por ello, casi todos lo conozcáis de bandas sonoras de películas de Disney como Fantasía o la Bella Durmiente.
Romeo y Julieta es una obertura-fantasía escrita en 1869 y basada en la archifamosa obra de Shakespeare. Muchos compositores se inspiraron en este drama: Prokofiev tiene un ballet con el mismo nombre bastante conocido, pero también Gounoud, Berlioz, Kabalevsky o Bernstein (West Side Story) se inspiraron en Montescos y Capuletos. La versión de Tchaikovsky me parece una de las más heroicas y dulces al mismo tiempo: como un cuento fantástico (con dragones y todo) contado por un experto narrador, eso sí. Por ello, creo que es especialmente adecuada para la tragedia shakesperiana. Fijaos especialmente en el tema del amor. Aparece presentado por la cuerda bastante grave, en el minuto 7’45» y más tarde, ya triunfal y pleno, cantado con una increíble dulcura por el viento madera en el minuto 9. El que Tchaikovsky nos presenta es un amor inocente, limpio, sin dobleces: un primer amor de niños o adolescentes, sin sexo ni violencia, puramente platónico y, por eso mismo, romántico y apasionado. Muchas veces al tocar un instrumento, la música inspira el movimiento físico necesario para interpretarla correctamente. Bien, fijaos en el director de la orquesta en la segunda parte del vídeo, minuto 4’30»: los brazos abiertos, el gesto amplio, abarcándolo todo. Al escuchar esta música, cualquiera siente la necesidad física de extender sus brazos y abrir el pecho: el amor de Tchaikovsky se materializa en un abrazo inmenso.
Esta pieza se ha utilizado en gran cantidad de películas y series de televisión. Una curiosidad que quizás os haga gracia es que el tema del amor se utiliza en los Sims para representar «beso apasionado». Os recomiendo también una entrada del blog En do sostenido menor que habla sobre esta pieza desde un punto de vista más programático.
La interpretación de Youtube correponde a la London Symphony Orchestra dirigida por Valery Gergiev.
De pequeña mi padre solía contarme un chiste muy malo. Es humor de familia, degenerativo, así que no intentéis que os haga gracia. El chiste trataba sobre un pastor gallego con un rebaño ovejas, unas blancas, otras negras. Ante él se presenta un viajero y comienza a hacerle preguntas:
—¿Dan mucha lana sus ovejas?
—Déjeme pensar, ¿las blancas o las negras?
—Las blancas.
—Las blancas sí, dan mucha lana.
—¿Y las negras?
—¿Las negras? Las negras también.
—¿Y dan mucha leche?
—¿Cuáles? ¿Las blancas o las negras?
—Las blancas.
—Las blancas dan bastante leche, sí.
—¿Y las negras?
—Las negras también.
No pretendo contaros el chiste entero, creo que os lo podéis imaginar. Después de otras 500 preguntas, justo cuando el oyente ha terminado de irritarse, llega al final. El viajero pregunta:
—Perdone, señor, si las ovejas blancas y las negras hacen todo igual, ¿por qué me pregunta siempre por las blancas o las negras?
—Es que las ovejas blancas son mías.
—¿Y las negras?
—Las negras también.
Espero que no hayáis sufrido mucho. Os cuento este chiste porque me recuerda mucho a la actitud del «feminismo de género» ante el lenguaje, una actitud que no sólo me parece absurda e ineficaz, sino más bien, y según sus propios principios, contraproducente.
Una de las ideas de este «feminismo» —con comillas siempre, porque el verdadero feminismo es otra cosa— y del postmodernismo en general, consiste en afirmar que los «signos» que utilizamos para designar un acontecimiento, determina y modifica el acontecer mismo. Por ello pone tanto interés en modificar el lenguaje que empleamos habitualmente. Si el lenguaje es machista, el machismo se perpetúa. Si el lenguaje es igualitario, la igualdad se consolida.
La validez de esta tesis es más que discutible, pero aún asumiendo que fuese cierta, no termino de entender por qué esa necesidad de marcar sexualmente al colectivo femenino cada vez que abrimos la boca. Si se supone que las mujeres y los hombres, son iguales, ¿por qué esa insistencia en nombrarlos por separado? ¿Por qué «todos y todas»? ¿Por qué la gilipollez de la @?
Si tuviese que valorar si este uso del lenguaje perpetúa o combate el machismo, me parecería que más bien lo perpetúa. ¿Os imagináis que lo aplicásemos igual a otro colectivo discriminado?
—Todos y todas debemos combatir el cambio climático.
—Todos y los negros debemos combatir el cambio climático.
—Muchos abogados y abogadas han trabajado en este proyecto.
—Muchos abogados y abogados homosexuales han trabajado en este proyecto.
Cuando leo frases como estas, interpreto que el hecho de ser mujer, negro u homosexual afecta de algún modo al trabajo de estas personas, interpreto que el autor del texto ha estimado conveniente separarlos por algún motivo, leo una diferencia y no una igualdad.
Dividir el mundo y el lenguaje que lo designa en mujeres y hombres, es tan arbitrario como dividirlo en negros y blancos, judíos y no judíos. El feminismo sigue existiendo y sigue teniendo sentido porque aún se dan casos de discriminación. Pero el objetivo seguirá siendo que todos cobremos lo mismo y tengamos las mismas oportunidades, no que ellas cobren menos y menas, y ellos cobren más y mós.
Llevaba tanto tiempo esperando este momento… más o menos, desde que vi este vídeo en haha.nu y decidí que sería lo primero que publicaría en cuanto acabase el curso.
El momento por fin ha llegado, y ante mí se extienden cuatro meses para rascarme las narices a dos manos. Se lo dedico a todos nuestros lectores universitarios y a Iñaki, claro: porque si vosotros no siguierais de exámenes, el día de hoy no sería lo mismo. ;)