El domingo fui a ejercer mi derecho democrático, como buena ciudadana. Aburrida y escéptica, pero buena ciudadana. Al salir un padre le enseñaba a su hijo en qué consistía aquello de ir a votar. El crío no debía tener más de 4 años y mediría alrededor de un metro, por lo que le costaba alcanzar el cubo de basura en el que su padre le animaba a depositar su papeleta electoral: «¡Muy bien, hijo, así, así se vota!».
Últimamente en mi cuarto sólo suena música de Prokofiev. Ya se me pasó el mes de Rachmaninov y, desde finales de mayo, me he cambiado de ruso. En su día os presenté a Sergéi con una de mis obras preferidas: su Concierto No.2 para piano. Hoy voy a hablaros de la Suite Sinfónica del Teniente Kijé.
Esta suite está basada en la música que Prokofiev escribió en 1933 para la película Lieutenant Kijé, dirigida por Aleksandr Fajntsimmer. No fue la única banda sonora que compuso Sergéi: os recomiendo vivamente que escuchéis la música que escribió para Alexander Nevsky, (otra composición que me obsesiona últimamente), o la banda sonora de Iván el Terrible, ambas películas dirigidas por Sergéi Eisenstein.
Las características de la música de Prokofiev resultan de nuevo patentes en estas piezas: es una música cerebral, algo distante, inhumana en cierto sentido. No parece surgir de la subjetividad de su autor (en una época en la que nos venden que el arte debe ser reflejo de la misma): parece más bien un fenómeno externo, objetivo, universal. En este sentido me recuerda a Beethoven, si bien Prokofiev es más mecánico, más inhumano todavía que Beethoven. Su música no es una opinión, ni una relato personal del autor: es un hecho al que el oyente se aproxima. La emoción que produce, no nace de la empatía del oyente con el autor, sino del hecho en sí que es la música. En este sentido me parece una obra especialmente adecuada para el cine.
La Suite del Teniente Kijé consta de cinco movimientos: El nacimiento de Kijé, Romance, La boda de Kijé, Troika y El entierro de Kijé. No he encontrado una versión completa de la suite que me convenza en Youtube, así que sólo he colgado mi movimiento preferido: El Romance (si bien la Troika y El entierro de Kijé, donde Prokofiev retoma el tema del Romance, son también más que recomendables). Hay un recurso que Prokofiev utiliza tanto en este movimiento como en el primer movimiento de su Concierto No.2 para piano: la música parece impulsarse siempre hacia la parte débil del compás, produciendo una sensación increíblemente sensual, tensa, contenida y sexy. Me encanta (creo que se me nota). La melodía principal, en figuras largas, tenidas, sirve para reforzar este efecto, además de ser bellísima. En el último movimiento de la suite, Prokofiev retoma esta melodía y la hace sonar junto con otros motivos musicales. El efecto es impresionante y sumamente cinematográfico: el oyente está atendiendo a dos músicas completamente diferentes que se superponen y, aún así, encajan a la perfección. Me recuerda al montaje cinematográfico que permite alternar secuencias de distintas escenas para darnos una idea de lo que sucede a la vez en sitios diferentes. Esta técnica fue muy utilizada también por Stravinsky, contemporáneo de Prokofiev. Una última curiosidad: Sting utilizó la melodía del Romance en una canción titulada Russians y Woody Allen ha utilizado fragmentos de esta suite en Love and Death.
Aunque parezca mentira, estamos en campaña. Y lo sé… no porque últimamente se hable sobre la importancia del Parlamento Europeo, no porque haya escuchado el proyecto europeísta de algún partido político, ni siquiera por los ignorados debates televisivos, o la vergonzosa y ridículapropagandaelectoral. Todo esto ha pasado más o menos inadvertido para mí. No: lo sé porque, por estas fechas, como siempre que se asoma la urna, el cociente intelectual de nuestros políticos parece sumergirse más de lo habitual. Quizás esperan que la abstención los favorezca. Si te distancias un poco y olvidas que estos tíos son los que nos gobiernan, puede resultar hasta humorístico. Os dejo algunos ejemplos:
Paco Camps es el más honorable de todos los valencianos, y de todos los españoles.
Sé que llego tarde, (ya estamos en Junio, con eso lo digo todo), pero no quería pasar por alto la última asnada vaticana. Dice el cardenal Antonio Cañizares que la legalización del aborto es más grave que los abusos a menores perpetrados por curas católicos y Ricardo Benjumea, desde la revista Alfa y Omega (editada por el Arzobispado de Madrid), insiste en relacionar abusos y contracepción con las siguientes palabras:
Cuando se banaliza el sexo, se disocia de la procreación y se desvincula del matrimonio, deja de tener sentido la consideración de la violación como delito penal. Ése es el ambiente cultural en el que vivimos, y, sin embargo, la inmensa mayoría de los españoles consideraría una aberración que se sacara la violación del Código Penal, aunque, a sólo cien metros, uno tuviera una farmacia donde comprar, sin receta, la pastilla que convierte las relaciones sexuales en simples actos para el gozo y el disfrute.
Con lo cual yo me pregunto: si el sexo es sólo procreación y un violador, llevado por sus impulsos repobladores decide no usar condón, con tan buena suerte de fecundar a su víctima, ¿su violación sí tiene sentido? ¿Es menos pecado si sí hay reproducción?
En efecto, señor Benjumea, el sexo es mucho más que gozo y disfrute. Sexo es amor, autoestima, reconocerse a uno mismo a través del propio cuerpo y el cuerpo del otro, sexo es respeto, salud, alegría, y placer, por qué no. Por todos estos motivos una violación jamás podrá ser legal, porque para una de las dos partes, (aquella que, usted supone, sólo fornica cuando se casa para poder procrear), una violación sólo supone sufrimiento: independientemente de que se quede preñada o no, independientemente de que esté casada con su violador, o no.