Los amos del mundo

El siguiente artículo ha salido ya en multitud de blogs y también circula en cadenas de mails por toda Internet. En cualquier caso, os lo acerco desinteresadamente por si no lo habéis leído todavía. Se le atribuye a Es de Arturo Pérez-Reverte y supuestamente se publicó en la revista «El Semanal» el 15 de noviembre de 1998.

No he podido verificar si esta información es cierta; por ello, me he puesto en contacto con la propia revista para que me lo confirmen. Espero respuesta. Sea de Pérez-Reverte o no, dice verdades como puños.

Ya no es necesaria la respuesta de la revista, está confimado (¡gracias, Mahs!). Pérez-Reverte tiene tres libros recopilatorios de sus artículos escritos en «El Semanal». «Los amos del mundo» aparece con puntos y comas en el segundo de ellos, titulado «Con ánimo de ofender» (Ed. Alfaguara, 2001), en la página 67, para más señas.

Los amos del mundo

Usted no lo sabe, pero depende de ellos. Usted no los conoce ni se los cruzará en su vida, pero esos hijos de la gran puta tienen en las manos, en la agenda electrónica, en la tecla intro del computador, su futuro y el de sus hijos. Usted no sabe qué cara tienen, pero son ellos quienes lo van a mandar al paro en nombre de un tres punto siete, o de un índice de probabilidad del cero coma cero cuatro.

Usted no tiene nada que ver con esos fulanos porque es empleado de una ferretería o cajera de Pryca, y ellos estudiaron en Harvard e hicieron un máster en Tokio —o al revés—, van por las mañanas a la Bolsa de Madrid o a la de Wall Street, y dicen en inglés cosas como long-term capital management, y hablan de fondos de alto riesgo, de acuerdos multilaterales de inversión y de neoliberalismo económico salvaje, como quien comenta el partido del domingo.

Usted no los conoce ni en pintura, pero esos conductores suicidas que circulan a doscientos por hora en un furgón cargado de dinero van a atropellarlo el día menos pensado, y ni siquiera le quedará a usted el consuelo de ir en la silla de ruedas con una recortada a volarles los huevos, porque no tienen rostro público, pese a ser reputados analistas, tiburones de las finanzas, prestigiosos expertos en el dinero de otros. Tan expertos que siempre terminan por hacerlo suyo; porque siempre ganan ellos, cuando ganan, y nunca pierden ellos, cuando pierden.

No crean riqueza, sino que especulan. Lanzan al mundo combinaciones fastuosas de economía financiera que nada tiene que ver con la economía productiva. Alzan castillos de naipes y los garantizan con espejismos y con humo, y los poderosos de la tierra pierden el culo por darles coba y subirse al carro.

Esto no puede fallar, dicen. Aquí nadie va a perder; el riesgo es mínimo. Los avalan premios Nóbel de Economía, periodistas financieros de prestigio, grupos internacionales con siglas de reconocida solvencia. Y entonces el presidente del banco transeuropeo tal, y el presidente de la unión de bancos helvéticos, y el capitoste del banco latinoamericano, y el consorcio euroasiático y la madre que los parió a todos, se embarcan con alegría en la aventura, meten viruta por un tubo, y luego se sientan a esperar ese pelotazo que los va a forrar aún más a todos ellos y a sus representados.

Y en cuanto sale bien la primera operación ya están arriesgando más en la segunda, que el chollo es el chollo, e intereses de un tropecientos por ciento no se encuentran todos los días.

Y aunque ese espejismo especulador nada tiene que ver con la economía real, con la vida de cada día de la gente en la calle, todo es euforia, y palmaditas en la espalda, y hasta entidades bancarias oficiales comprometen sus reservas de divisas. Y esto, señores, es Jauja.

Y de pronto resulta que no. De pronto resulta que el invento tenía sus fallos, y que lo de alto riesgo no era una frase sino exactamente eso: alto riesgo de verdad. Y entonces todo el tinglado se va a tomar por el saco. Y esos fondos especiales, peligrosos, que cada vez tienen más peso en la economía mundial, muestran su lado negro. Y entonces —¡oh, prodigio!— mientras que los beneficios eran para los tiburones que controlaban el cotarro y para los que especulaban con dinero de otros, resulta que las pérdidas, no.

Las pérdidas, el mordisco financiero, el pago de los errores de esos pijolandios que juegan con la economía internacional como si jugaran al Monopoly, recaen directamente sobre las espaldas de todos nosotros. Entonces resulta que mientras el beneficio era privado, los errores son colectivos y las pérdidas hay que socializarlas, acudiendo con medidas de emergencia y con fondos de salvación para evitar efectos dominó y chichis de la Bernarda.

Y esa solidaridad, imprescindible para salvar la estabilidad mundial, la pagan con su pellejo, con sus ahorros, y a veces con sus puestos de trabajo, Mariano Pérez Sánchez, de profesión empleado de comercio, y los millones de infelices Marianos que a lo largo y ancho del mundo se levantan cada día a las seis de la mañana para ganarse la vida.

Eso es lo que viene, me temo. Nadie perdonará un duro de la deuda externa de países pobres, pero nunca faltarán fondos para tapar agujeros de especuladores y canallas que juegan a la ruleta rusa en cabeza ajena.

Así que podemos ir amarrándonos los machos. Ése es el panorama que los amos de la economía mundial nos deparan, con el cuento de tanto neoliberalismo económico y tanta mierda, de tanta especulación y de tanta poca vergüenza.

Bendita globalización

Hace unas semanas, en clase de Diseño Gráfico surgió un debate acerca de los efectos de la globalización sobre la cultura y si debíamos tratar de evitarlos para que cada país y cada ciudad conservase su identidad. No es que sea una apasionada del imperialismo y la imposición de la cultura norteamericana a nivel global precisamente, pero por puro amor a la polémica y porque el debate necesitaba urgentemente un abogado del diablo, me puse a defender los beneficios de la globalización. No sé qué tal se me daría, en cualquier caso, en No Puedo Creer… he encontrado el argumento definitivo. Y es que si no fuese por la globalización no podríamos disfrutar de vídeos como éstos:

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MadriZ. Cosas que pasan… (2)

En la comunidad más pepera de toda España. En episodios anteriores ya hablamos de la privatización de la Sanidad, el alcantarillado, la educación y el transporte, pero Tito y Espe siempre encuentran nuevas formas de sorprendernos.

Hoy por ejemplo, he tenido la oportunidad de apreciar su buena gestión de los impuestos de los madrileños. Si yo tuviese que elegir a qué destinar todo ese montón de pasta, no lo hubiese hecho de manera diferente. Mi primera inversión, por ejemplo, hubiese sido como la de Tito de regalarle 70.000 euracos a una universidad privada, católica ¡y estadounidense!, ¡para patrocinar su equipo de baloncesto! A pesar de que la universidad pública laica y madrileña es la que requiere financiación, después de que Espe haya recortado sus presupuestos en un 30%. De puta madre, pareja, ¡eso son prioridades! ¡Ah, pero qué tonta soy!, se me olvidaba mencionar que el equipo de baloncesto en cuestión es el de la Universidad de Llooorchtaun, la misma donde trabaja Pepemari, ¿a que ahora se entiende todo mucho mejor? Otra forma de verlo es que más vale invertir en el ocio de extranjeros de primera, adinerados estudiantes de una universidad privada de EEUU, que despilfarrar en asistencia jurídica para «sin papeles» de tercera.

Otra de mis prioridades sería sin duda invertir para que Madrid acogiese las próximas olimpiadas. ¡Con lo que mola eso de cara a la galería! Llenas tu ciudad de nuevos estadios, instalaciones que no se volverán a utilizar, panfletitos, propaganda… Vienen un montón de turistas y medios de comunicación para colapsar la ciudad durante unas semanas y luego, a olvidarlo todo como una mala resaca. Vamos, lo que todo madrileño está deseando. Éso, y ver las lucecitas de Navidad. Yo me gastaría en ellas, por ejemplo, 600.000  euros. Y es que claro, si van a estar colgadas durante 3 meses enteros, más vale que ocupen un lugar preferente en los presupuestos municipales

Si yo gestionara ese montón de pasta… pero como no lo gestiono, sólo me queda patalear de impotencia. Robe resuena en mi cabeza… «¡¡MIERDA!! ¡QUÉ MIERDA! ¡VAYA MIERDA MÁS GORDA!»

Este es un país de perturbados

TÍTULO XI. DELITOS CONTRA EL HONOR.

CAPÍTULO I. DE LA CALUMNIA.

Artículo 205.

Es calumnia la imputación de un delito hecha con conocimiento de su falsedad o temerario desprecio hacia la verdad.

CAPÍTULO II. DE LA INJURIA.

Artículo 208.

Es injuria la acción o expresión que lesionan la dignidad de otra persona, menoscabando su fama o atentando contra su propia estimación.

Solamente serán constitutivas de delito las injurias que, por su naturaleza, efectos y circunstancias, sean tenidas en el concepto público por graves.

Las injurias que consistan en la imputación de hechos no se considerarán graves, salvo cuando se hayan llevado a cabo con conocimiento de su falsedad o temerario desprecio hacia la verdad.

Hechos:

El profesor José Antonio Fortes, de la Universidad de Granada, ha escrito y enseña en sus clases que el poeta Federico García Lorca exaltaba el fascismo. Fortes se burló del poeta Luis García Montero (también profesor de la Universidad de Granada) en una reunión del departamento en 2006.

En dicha reunión, García Montero llamó «hijo de puta» y «cabrón» al primero. Más tarde, publicó un artículo en EL PAÍS tachando a Fortes de «profesor perturbado» y «tonto indecente».

Sentencia:

Luis García Montero ha sido condenado a pagar 1.800 euros de multa y otros 3.000 de indemnización por un delito de injurias graves con publicidad.

Cada uno que piense lo que quiera. Yo lo tengo claro. Por eso escogí en su día una carrera de ciencias: las leyes de la física se cumplen siempre.