Sinfonía No.6 «Patética» de Tchaikovsky

Piotr Illich Tchaikovsky fue un compositor ruso cuya obra se enmarca dentro del Romanticismo europeo, pese a haber sido contemporáneo del Grupo de los Cinco (máximos exponentes del nacionalismo ruso). En su época fue muy laureado, tanto en su país como en el resto del mundo. El zar Alejandro III le concedió la Gran Cruz de San Vladímir, que lo reconocía como compositor oficial, y más aún, le dio su amistad. Además, varios críticos entre ellos el compositor francés Saint-Saëns, lo declararon el más genial de los compositores rusos.

El final de su vida, sin embargo, es bastante incierto. Una teoría bastante aceptada hoy en día sugiere que alguien descubrió su homosexualidad y envió una carta al zar. Por ello, fue juzgado y condenado: debido a su popularidad y para preservar su nombre y el de Rusia, debía suicidarse.

Tras esto, compondría su Sinfonía No.6 en si menor, Patética, Op.74, la cual adquiere un nuevo significado a la vista del hecho anterior. Acerca de ella, Tchaikovsky escribió:

La quiero como no he querido nunca a ninguna de mis partituras… No exagero, toda mi alma está en esta sinfonía.

Además, esta obra contiene notas enigmáticas. En el primer movimiento escribe: «Quejas, dudas, lamentos y reproches contra xxx»; en el siguiente «… ¿Tengo acaso que echarme en brazos de la fe?». Otra indicación sugiere que se trata de una «total entrega al destino… al insondable decreto de la Providencia». Toda la sinfonía representa el final de una vida, una lucha inútil contra una muerte inexorable. Las melodías descendentes se suceden una tras otra en una decadencia paulatina, mientras el hilo conductor, ese «motivo del destino», esa apoggiatura desgarrada, va reapareciendo en cada movimiento para acercarnos un poco más a lo inevitable. La obra acaba en un decrescendo casi infinito, hasta que el último eco de sonido se extingue.

La obra se estrenó a finales de Octubre de 1893, dirigida por el propio autor. El 6 de Noviembre murió, a la edad de 53 años. El zar ruso declaró: «Tenemos muchos duques y barones, pero un solo Tchaikovsky».

La sinfonía no se encuentra completa en Youtube. Os paso los siguientes enlaces al primer movimiento, segundo movimiento, tercer movimiento y cuarto movimiento de una página china, y os dejo aquí el primer movimiento —el que más me gusta— interpretado por la Orquesta Filarmónica de Moscú.

Ver vídeo

Sonata para violín No.1 de Bach

Hoy vamos a escuchar la primera Sonata para Violín BWV 1001 en sol menor de Bach. La interpretación al violín corre a cargo de Yehudi Menuhin.

Ver vídeo

Johann Sebastian Bach para la mayoría no necesitará presentación. Alemán del periodo Barroco, es considerado por muchos (entre los que sin duda me incluyo) uno de los más grandes músicos de la Historia de Occidente. Fue un incansable trabajador y un compositor sumamente prolífico en todos los sentidos de la palabra: la anécdota que nunca se olvida es que tuvo 20 hijos, pero si observáis el catálogo de sus obras, veréis que su descendencia musical no es menor. Bach escribió (coged aire):

224 cantatas, 10 misas, 7 motetes, 2 pasiones completas, 3 oratorios, 188 corales, 4 lieder, 1 quodlibet, 58 cantos espirituales, 7 canon para diversos instrumentos, 2 sinfonías orquestales, 4 suites orquestales, 24 conciertos para teclado, violín, flauta solistas y orquesta, 16 sonatas para violín, flauta y viola da gamba solistas y teclado o bajo continuo, 17 suites y partitas para violín, laúd, violonchelo y flauta a solo, 1 fuga para laúd, 2 obras teóricas especulativas para diversos instrumentos, 9 sonatas en trío para órgano, 26 preludios, tocatas, fantasías y fugas para órgano, 10 fugas, fantasías y preludios sueltos para órgano, 1 ejercicio para pedal para órgano, 1 pasacalle y fuga para órgano, 1 canzone, allabreve, aria y pastoral para órgano, 6 conciertos para órgano solo, corales para órgano, 3 partitas-corales para órgano, 1 variación canónica para órgano, 30 invenciones y sinfonías para clavecín, 4 dúos para clavecín, 27 suites y partitas para clavecín, 3 minuetti para clavecín, 56 preludios, fantasías y fuga o fughettas para clavecín, 34 tocatta, preludios y fugas sueltas para clavecín, 4 sonatas para clavecín, 18 conciertos para clavecín solo, 3 arias con variaciones, 2 caprichos para clavecín, 1 applicatio para clavecín…

Esto es, un total de 525 obras vocales y 494 instrumentales. Para que os hagáis una idea, os dejo esta oferta de una edición digital de música de Bach, según la cual su obra completa dura más de 175 horas repartidas en 172 CDs lo que equivaldría a ¡más de una semana ininterrumpida escuchando su música!

El valor del legado de Bach es incalculable en muchísimos aspectos, necesitaría escribir un post tan largo como la obra misma del maestro para hablaros de su contribución a la música. Pero quizás la primera palabra que nos viene a la mente cuando pensamos en Bach es contrapunto. Esta técnica de escritura musical se basa en la composición de varias líneas melódicas simultáneas y de relevancia parecida que se complementan entre sí, frente a la música homofónica (varias líneas melódicas paralelas que funcionan como una sola) o la melodía acompañada (donde una sola línea melódica predomina, generalmente en la voz superior, y los demás sonidos, sin valor melódico, se limitan a acompañarla). La cuestión es bastante más compleja que lo expuesto aquí, pero creo que lo resume. Os dejo también una analogía gráfica que puede aclarar los conceptos.

Si os fijáis en la fuga que os dejo hoy (segunda pista) y tratáis de escuchar las voces (los sonidos) más graves, observaréis que también dibujan melodías interesantes. Además todas las voces repiten incesantemente los mismos modelos, se imitan unas a otras, se complementan rítmicamente, hablan entre sí… La música de Bach es una catedral: un mosaico de arcos, pórticos y columnas que se sustentan entre sí y se elevan los unos sobre los otros en un equilibrio exquisito. Es un bosque lleno de ramificaciones perfectas. La de Bach, es una música que crece, una música que se construye, una música orgánica que trepa como una hiedra o como un caleidoscopio. Es una música que muere y resucita en cada compás, y como el mar, como la misma naturaleza, nunca se agota. Sus clímax se producen por acumulación, su altura surge de la yuxtaposición de todos sus elementos. Es una música viva que sólo existe en el momento en que se produce…

Sé que todo esto suena muy abstracto, poco «analizable». Pero en parte quiero transmitiros la pasión que me inspira Bach, el compositor por excelencia de la música «racional». Esta aparente contradicción es la que hace que su música pueda escucharse incansablemente como si se oyese por primera vez. Gracias a ello, dentro de 50 años o 50 siglos, Johann Sebastian seguirá siendo un clásico que despertará el interés de sus oyentes.

Sinfonía No.5 de Mahler

Gustav Mahler fue un compositor y director bohemio-austriaco. Toda su creación se centró en dos géneros: la sinfonía y la canción (lied). A pesar de ello, se ha reconocido como uno de los compositores postrománticos más destacados.

De sus nueve sinfonías completas (tiene una décima incompleta), la Sinfonía nº5 es especial debido a su inusual tercer movimiento. Se trata de un Adagietto para orquesta de cuerda y arpa; esta es la diferencia fundamental frente al resto de sinfonías e incluso frente al resto de movimientos de la quinta: suprime el viento y la percusión de la orquesta, a la manera antigua. Intimidad frente a la aglomeración en un movimiento lleno de disonancias y de ambigüedad tonal que sobrecogen al oyente. Fue una pieza que influyó enormemente en la escuela vienesa.

A continuación, una interpretación absolutamente magistral, la mejor que he oído del Adagietto, a cargo de la Orquesta Filarmónica de Viena y bajo la batuta de Leonard Bernstein.

Preludio Op.23, No.5 de Rachmaninov

Ver vídeo

Mucho he tardado en empezar a recomendaros a los grandes compositores para piano. Aunque la mayoría de los autores de los que hemos hablado hasta ahora tocasen el piano (si no todos), ciertos compositores, especialmente durante el Romanticismo y Postromanticismo, destacaron ante todo por su producción pianística. En esta categoría encaja sin duda Sergéi Rachmaninov, músico postromántico de origen ruso. Actualmente está considerado como uno de los piansitas más influyentes del siglo XX, pues no sólo se dedicó a la composición, sino que también desarrolló una gran carrera concertística como pianista y director.

Sus preludios son pequeñas piezas para piano. Como forma musical tienen su origen en el Barroco, cuando solían servir para introducir otra pieza musical y ayudaban al intérprete a calentar motores. Sin embargo con el paso del tiempo los preludios se convirtieron en auténticas piezas en sí mismas, pequeñas obras de arte como es el caso. Rachmaninov publicó tres cuadernos de preludios. Éste pertenece al segundo, el Op.23 y fue escrito en 1903.

El pianista del vídeo es Emil Gilels, un verdadero genio de la interpretación ruso, para variar. Como podréis observar se trata de una obra de gran dificultad. Rachmaninov era un gran virtuoso y muchas de sus obras se encuentran entre las más difíciles del repertorio para piano. Pero al margen de su dificultad técnica, estas piezas utilizan un lenguaje propio e inconfundible: Rachmaninov al piano es amplio, fuerte, poderoso, brillante… sin duda uno de mis compositores preferidos que espero que vosotros también disfrutéis.

The Planets de Holst

Gustav Holst ha sido sin duda uno de los mejores compositores ingleses de todos los tiempos. Influenciado por Ravel, Grieg, Richard Strauss y también por su compañero Ralph Vaughan Williams, Holst se caracteriza por el uso de métricas compuestas y melodías evocadoras. Entre su producción se cuentan numerosos aportes a la música para banda.

Lo que vamos a escuchar es, de lejos, su obra más famosa. Se trata de The Planets, una suite orquestal en siete movimientos. Cada movimiento lleva el nombre de un planeta y su correspondiente deidad romana:

  1. Mars, the Bringer of War
  2. Venus, the Bringer of Peace
  3. Mercury, the Winged Messenger
  4. Jupiter, the Bringer of Jollity
  5. Saturn, the Bringer of Old Age
  6. Uranus, the Magician
  7. Neptune, the Mystic

Holst acabó por coger manía a esta obra por su enorme popularidad, ya que él consideraba que no era su mejor pieza y que eclipsaba a otras. Como veis, Plutón no se cuenta entre los movimientos, y es que esta obra fue compuesta entre 1914 y 1916, mientras que Plutón se descubrió en 1930. Esto fue antes de la muerte del autor, sin embargo desechó la idea de componer una octava parte debido a los motivos antes expuestos. Curiosamente, hoy en día vuelve a estar de actualidad debido a que, como sabréis, Plutón fue rebajado en 2006 a la categoría de planeta enano.

Aunque mi favorito es Júpiter, os dejo con el primer movimiento, Marte, porque probablemente es el más conocido de todos. Sus elementos han sido usados una y otra vez por numerosos compositores, especialmente por los autores de bandas sonoras para películas como John Williams, entre otros. El ritmo inicial, escrito en 5/4, es característico de Holst, y os sonará de haberlo oído en la banda sonora de la Guerra de las Galaxias.

Ver vídeo