La puntualidad es una pérdida de tiempo.
(Oscar Wilde)
La puntualidad es una pérdida de tiempo.
(Oscar Wilde)
Y cuando este borroso escritor, que era suavo, durante su charla (o diálogo) se puso a recordar su periplo como periodista, como armador de páginas culturales, como entrevistador de todo tipo de creadores reacios a las entrevistas, y luego se puso a rememorar la época en que había ejercido como promotor cultural en ayuntamientos periféricos o, ya de plano, olvidados, pero interesados por la cultura, de pronto, sin venir a cuento, apareció el nombre de Archimboldi […]
Y sigue, y sigue, y sigue, hasta cubrir un total de 2.443 palabras sin que aparezca un solo punto. Aparece en la obra 2666 del escritor chileno Roberto Bolaño.
(Gracias a Chumpiru)
En estas fechas tan señaladas, la televisión se va convirtiendo en ese mundo psicodélico de droga y felicidad con el que soñaría cualquier Teletubbie: los perfumes encharcan las aceras, las burbujas del champán bailotean envueltas en un extraño condón, crecen bombones en las bocas sonrientes, nieva hasta en el Sáhara y todo exhala purpurina o ristras de espumillón. Así que, para no volvernos locos, colocamos el filtro: es Navidad. Asumimos que los creativos se pinchan Prozac por estas fechas (más de lo habitual, vaya) y cambiamos de canal para esquivar sus desatinos siempre que podemos. Lo que me asusta es comprobar que gran parte de esos desatinos van dirigidos a un colectivo que quizás no sea tan hábil para filtrarlos: los niños.
Si la publicidad es manipulación dirigida a los adultos, qué pasa cuando es un niño el que la mama, sin saber para qué sirve, hasta qué punto es una falsedad, sin disponer de un filtro que le permita discernir y catalogar adecuadamente toda esa información. Me preocupan todas esas mañanas muertas ante la tele, las cartas interminables a los Reyes Magos, las cocinitas, los bebés que cagan para las niñas y los supermilitares mortíferos para los niños… Me preocupa que también ellos se conviertan finalmente en consumidores a través de las carteras de sus complacientes y agotados padres. ¿Qué esperanza de cambio cabe cuando esta es la educación que permitimos?
No te preguntes qué tierra dejarás a tus hijos, pregúntate qué hijos dejarás a tu tierra.
(De copas con Caduca HOY)
—Odio el violín y ¡odio vivir en una jaula! Pero un día me escaparé… ¡Oh, dios! Te está mirando, ¡sigue tocando!
¿Nunca te has preguntado por qué el director de la orquesta zarandea un palo en el aire sin cesar?
(Visto en SMBC)