La Guerra Santa

Lo que llevó al islam y a la cristiandad a enfrentarse no fueron tanto sus diferencias como sus similitudes. En el mundo hay muchas religiones, pero casi todas son regionales, locales, étnicas o como uno quiera denominarlas. Sólo el cristianismo y el islam reclaman para sí la verdad universal. Los cristianos y los musulmanes son los únicos que afirman ser los afortunados destinatarios del mensaje definitivo de Dios a la humanidad, que tienen el deber, no de guardarlo egoístamente para sí mismos —como los judíos, los hindúes o los budistas— sino de propagarlo al resto del mundo, derribando cualquier obstáculo que encuentren en el camino.

Así que tenemos dos religiones con una percepción similar de sí mismas, una historia parecida, viviendo una al lado de la otra; el conflicto parece inevitable.

(Bernard Lewis, historiador, sobre los mitos acerca del Islam)

Libros de texto

Ya es Septiembre en El Corte Inglés, y los editores se frotan las manos. Se ve que con el auge de los ordenadores e Internet habían bajado algo las ventas, pero todo negocio debe hacer su particular agosto, y ahí están los colegios para garantizarles el suyo, en septiembre, a los vendedores de libros de texto. Para que os hagáis una idea, los libros de texto suponen un 17% de la edición total en España. Sin embargo, cabe preguntarse qué sentido tiene que en un tiempo en que la información está más disponible que nunca, cada estudiante tenga que pagar la friolera de 111€ de media al año, en un montón de libros que rara vez volverá a consultar.

El otro día, Marieta, una amiga de mi madre, pasó por casa a saludarnos recién salida del atraco en la librería. Llevaba todos los libros que torturarán la espalda de su hija de 13 años durante el curso que comienza y se lamentaba del poco uso que haría de ellos. Su gasto había superado ampliamente la media: «¡¡200€!!, para que los abra un par de veces y en junio empiecen otra vez a criar polvo, ¡y cada año necesitan una colección nueva!» De la conversación que prosiguió, surgieron algunas posibles soluciones para ahorrar dinero, papel y espacio en las estanterías de casa.

  1. Solución digital. Supongo que es la primera que se os ha ocurrido a todos. Juan Varela habla sobre el tema en su artículo Educación digital universal. Es evidente: cuando los chavales salgan de esa burbuja anacrónica llamada colegio, trabajarán principalmente frente a un ordenador. ¿A qué viene entonces este fetichismo por el papel y los lomos encuadernados? Muchos alegan que en Internet, donde cualquiera puede publicar lo que se le pase por la cabeza, la información no es fiable (aún me acuerdo de la Srta. Consuelo y su cruzada contra la wikipedia). Pero precisamente por ello, conviene que los niños aprendan cuanto antes a «navegar», a ser críticos, a contrastar diversas fuentes, a distinguir las más fiables. El mismo profesor podría dar una lista con estas fuentes, colgar contenidos en una página web o, sin necesidad de recurrir a internet, crear algún tipo de CD de datos de la asignatura.
  2. Solución universitaria. En mi antiguo colegio no se usaban libros de texto. Sólo en Inglés y Francés, los alumnos debían comprar un libro de ejercicios que rellenar durante el curso. Las demás asignaturas se imparten dando apuntes desde que los chavales saben escribir. Esto les ayuda a organizarse desde muy temprano, a elaborar sus propios cuadernos, a captar toda la información que puedan durante las clases y, en caso de que sea necesario, consultar bibliotecas, contrastar apuntes… lo que todos hacemos en la universidad, vaya.
  3. Solución comunal. Un profesor de mi conservatorio, de origen checo, nos contó que cuando llegó por primera vez a España, le horrorizaba ver cómo los niños maltrataban los libros y pintarrajeaban en sus márgenes. Al parecer en Chequia, para ahorrar costes a todos los alumnos, el conservatorio compraba los libros necesarios y los hacía pasar de generación en generación, invirtiendo cada año lo necesario para mantener el material en buenas condiciones. Qué mejor manera de hacer que los niños aprendan a respetar las cosas de todos, y evitar que cada año se derroche semejante cantidad de papel.

Chrome: sólo un navegador

No pensaba hablar de Chrome, el nuevo navegador de Google. ¿Por qué razones? Pues porque por ahora sólo es un navegador más en fase de pruebas, con montones de problemas de seguridad, con algunas características «nuevas» que no son tan nuevas, y porque todo el mundo está hablando de él, haciendo sus reviews y publicando sus impresiones; aunque, según he visto, muy pocos han dado en el clavo.

¿Qué me impulsa a hablar de Chrome? El que haya gente que se empeñe en verlo como «algo más», como una revolución, como «un nuevo sistema operativo» (¡?) «competido directo de Windows» (¡¡??). Enrique Dans es un claro ejemplo de ello y es el autor de las afirmaciones anteriores. Esta anotación quiero dedicarla a rebatir esas hipótesis, a explicar por qué son tan absurdas y descabelladas.

Primero hay que advertir de la naturaleza de las opiniones de Enrique Dans, para el que no lo lea con regularidad. Sus artículos suelen ser muy interesantes y sus argumentos no lo son menos. En muchas ocasiones no puedo más que estar de acuerdo con él. Sin embargo, cuando toca el tema de Microsoft, hay que leerlo con cuidado sabiendo que en esos casos no es nada objetivo, pues se deja llevar por el fervor, lo que hace que ataque a la compañía de Redmond cuando hay razones para ello y cuando no. Yo también soy un ferviente seguidor del software libre y le tengo cierta aversión a Microsoft, como él, pero ante todo hay que ser objetivos, y reconocer también cuándo aciertan.

Una vez advertidos, pasaré a explicar mis opiniones sobre el tema que nos ocupa: Google Chrome. Y empezaré por exponer por qué no supone una revolución, al menos la aplicación en sí (ya veremos qué sí supone cierta revolución), luego veremos cuán descabellado resulta afirmar que este navegador es «un nuevo sistema operativo», y para terminar desmentiré que compita con Windows.

Dejando aparte todos los fallos inherentes a todo nuevo programa, Chrome tan sólo es una aplicación más, un navegador orientado a los servicios de Google. Las novedades que trae como navegador, ya hemos visto antes que no son tan nuevas, salvo algún caso puntual que realmente no es tan importante y mucho menos indispensable (como lo de separar las pestañas en distintos procesos). La otra (dudosa o al menos discutible) ventaja que incorpora es que facilita el acceso y el uso a todos los servicios de Google.

Google lleva ya mucho tiempo creciendo sin parar, creando hasta día de hoy montones de las llamadas «aplicaciones web» (que son accedidas mediante la web), a saber: Google Docs, Google Video, Google Calendar, Google Mail, Google Gears, Google Maps… infinidad de ellas (tenéis una lista completa aquí). Así que la verdadera revolución la viene gestando Google desde hace mucho tiempo. Esta revolución consiste en cambiar el paradigma del Escritorio Personal. El Escritorio, así en mayúsculas y tal y como lo conocemos, es una interfaz local con montones de aplicaciones como Office y muchas más que funcionan al margen de Internet. Pues bien, Google se ha propuesto llevar este escenario a la web: dejar de trabajar de manera local para hacerlo de forma remota. Pretende crear un nuevo Escritorio Web. Esto tiene sus ventajas y sus inconvenientes, obviamente, y no pasaremos a discutirlos aquí. En cualquier caso, este concepto se basa en una sola aplicación (el navegador) para acceder a todas las demás en Internet. Así que Chrome no es más que la puerta que nos da acceso al Escritorio de Google, un acceso más específico que el resto de los navegadores, porque ha sido ideado con esa meta. Por ello, Chrome en sí no resulta ninguna revolución.

Por otro lado, tenemos la atrevida afirmación de que Chrome es «un nuevo sistema operativo». A cualquiera que haga sus pinitos en programación y que sepa mínimamente qué es un sistema operativo, le habrá dado una punzada en el costillar inmediatamente al leer esto. Creo que Enrique Dans confunde de cabo a rabo mezcla el concepto de sistema operativo con el de escritorio al realizar esta declaración. Un sistema operativo no es para que lo utilice el usuario jamás. Un sistema operativo es la parte del software que utiliza el propio ordenador. Es una capa muy compleja que reconcilia la capa física (el hardware) con la capa de aplicaciones de usuario. Así pues, decir que Chrome es un sistema operativo es una barbaridad. Chrome necesita un sistema operativo por debajo, como todas las demás aplicaciones, y está diseñado para ejecutarse en un sistema operativo.

Señor Dans, siento quitarle la ilusión, pero Chrome tan sólo es un navegador. Y ya no es que no sea un sistema operativo, es que no le interesa. ¿Sabe la cantidad de trabajo que tiene eso?

Por último, tras ver que Chrome sólo es un navegador, la última afirmación se cae por su propio peso; me refiero a la de que «compite con Windows». Por supuesto que no lo hace. Todo lo contrario: Windows es su aliado. ¿Por qué si no han sacado la primera versión del navegador sólo para Windows? Es evidente: para tener mayor difusión. Windows está posibilitando que la presentación en sociedad del nuevo navegador sea masiva.

Como ya he argumentado, Google es quien pretende cambiar el paradigma de las aplicaciones de escritorio. Lleva mucho tiempo creando todo un universo y ahora ha abierto una puerta: Chrome. Google es quien pretende competir, no con Windows, sino más bien con Office, Outlook, etc. Chrome, con los únicos que puede competir, es con los de su campo, los navegadores: Firefox, IE, etc. Si las aplicaciones web de Google triunfan, naturalmente estos últimos tendrán que adaptarse para dar mejor acceso a ellas. Así que Chrome no es más que uno más dentro de la guerra de los navegadores, y está muy verde todavía.