Más que unas primarias, al PSOE lo que le espera es una refundación.
(Ignacio Escolar, en sus valoraciones tras la jornada electoral)
Más que unas primarias, al PSOE lo que le espera es una refundación.
(Ignacio Escolar, en sus valoraciones tras la jornada electoral)
Si algún día os interesa visitar el desierto blanco, probablemente os resulte más fácil viajar hacia el Norte que hacia a la Antártida y, probablemente, vuestro destino más accesible (siendo aun así, uno de los más septentrionales) sean las Islas Svalbard. Este peculiar archipiélago está abierto al turismo desde los años 90, lo cual explica la carestía de sus hoteles y que existan vuelos comerciales (un par al día) que conectan Longyearbyen, el principal asentamiento de las islas (algo parecido a una “capital”) con la Noruega continental.
Esto no significa que sea fácil llegar hasta aquí: los miembros españoles de la expedición ATP hemos pisado, entre ayer y hoy, un total de 5 aeropuertos como mínimo (algunos, incluso 6): Granada, Madrid, Zurich, Oslo, Tromso y, por fin, Longyearbyen. Y lo más difícil no es llegar a tiempo, pasaporte en boca, a cada nuevo embarque, sino conseguir que la maleta facturada alcance también tu destino. Quizás por eso, por conseguir recuperar las maletas, o por el cansancio acumulado, el aterrizaje en Svalbard ha sido eufórico: desde el cielo, la isla de Spitsbergen (la mayor del archipiélago) parecía un enorme helado de straciatella sobre un mar azul oscuro planchado, sin una sola ola.
Ahí va una recopilación de eslóganes del movimiento ¡Democracia Real YA! recogidos por Manuel de La Ciencia y sus Demonios:
1. Sin casa, sin curro, sin pensión, sin miedo.
2. Si no nos dejáis soñar no os dejaremos dormir.
3. Que nuestras conversaciones ahoguen vuestras sirenas.
4. Tu conformismo es su poder, su botín nuestra ruina.
5. No hay pan para tanto chorizo.
6. Si no salimos en los periódicos saldremos en los libros de historia.
7. Si tu pagas su deuda que ellos paguen tu hipoteca.
8. El conocimientos nos hace responsables.
9. La banca al banquillo.
10. No somos antisistema, el sistema es antinosotros.
Y de postre, un manifiesto para mañana. Que ustedes lo voten bien.
Tengo un amigo listo. Un tipo sensato e inteligente a pesar de lucir una espesa barba pelirroja. Mi amigo listo sabe que todo esto no lleva a ninguna parte y por eso gana todos los debates. Sabe que, en «realidad», no hay alternativa, que miles de personas no son tantas frente a millones de bienpensantes, que mañana se nos olvidará todo y el Barça y el Madrid volverán a disputarse la liga. Mi amigo es un tipo listo, como os digo, por eso sabe lo que todos sospechamos. Por eso es imposible llevarle la contraria.
A veces me asusta ser tan lista como mi amigo. Ayer fui a la concentración de Granada y, con los hombros encogidos, me di cuenta de que estaba gritando bajito. En el fondo de mi cerebro, temía estar haciendo el ridículo: porque sé que todo esto no servirá para nada. Porque sé que dentro de un mes se nos habrá olvidado todo. Porque se me volverá a pasar la indignación, como a todos se nos pasa la tontería, el acné y la adolescencia. Y luego recordaremos lo listos que somos, el gran sentido de la realidad que nos adorna, lo bien que se nos da ganar todos los debates.
Por eso a mí me sorprende que en Sol haya tanto insensato sin darse cuenta de cómo son las cosas. Miles de desinformados que van por ahí pensando que esto es 1800 y que las revoluciones todavía se estilan, que el sistema está en nuestras manos o que otra democracia es posible. ¡Ingenuos! Esta gente ¿de dónde sale?, ¿no fueron al cole?, ¿acaso no leen las noticias?, ¿en qué mundo se creen que viven?
A veces invaden la realidad sucesos que, francamente, insultan a la inteligencia de cualquiera. Hasta el último contertulio de cada debate televisivo sabe que nada de esto tiene sentido. Y sin embargo, está pasando. Lo sucedido le hace un corte de mangas a toda nuestra exquisita capacidad de análisis y nos recuerda, que lo único previsible son las ideas: que «el mundo» no es esa narración, ordenada y racional, que se construye cada día a través del noticiario. El mundo «real» somos tú y yo, de carne y hueso: capaces de sentarnos mañana en medio de la Nacional 6 y convertirla en una vía peatonal si nos da la gana. Capaces de acampar en medio de Madrid o de transformar las reglas del juego en el que participamos todos.
El mundo «real» son un montón de papeletas en las urnas este domingo: las del PP y el PSOE no valen más, ni son más grandes, ni necesariamente más abundantes. Cada papeleta la mueve una mano real con su sistema nervioso autónomo: más allá de las previsiones, de las estadísticas y de los contertulios de televisión. Las autopistas, las plazas, las elecciones y la democracia, no son más que «ideas». Por eso, «en realidad» son tan fáciles de cambiar.
Pero para ello es necesario olvidar lo listos que somos, la cantidad de ideas coherentes que barajamos, la mucha razón que tenemos y lo bien que se nos da ganar debates. En «realidad» no sabemos quién va a ganar este domingo. No sabemos si podremos cambiar las cosas. No sabemos que todo esto es imposible y por eso mismo, podremos lograrlo.
Fabrice Bellard es un extraordinario programador francés que no deja de sorprenderme con hazañas de lo más variopintas. La primera vez que encontré una mención a su nombre, fue un día que andaba yo buscando algoritmos que calculasen el dígito enésimo de π. (Inciso. Esto es posible gracias al trabajo de David H. Bailey, Peter Borwein y Simon Plouffe, tres matemáticos que, en 1995, encontraron una fórmula que lleva su nombre que permite calcular el enésimo decimal de π sin conocer los n-1 anteriores). Como decía, en esta búsqueda di con la fórmula de Bellard, la cual es un 43 % más rápida que la original. También obtuvo un récord de generación de dígitos de π con un ordenador personal que le duró casi un año (el récord).
A partir de ahí, seguí indagando un poquito acerca de este peculiar personaje. Resulta que es el creador de FFmpeg, una colección de software libre para el tratamiento de vídeo y audio de las más populares en Linux; de QEMU, una fantástica herramienta de virtualización, y de TCC (o Tiny C Compiler), un compilador de C pequeño y rápido que permite compilar y lanzar el kernel de Linux en menos de 15 segundos o utilizar C como un lenguaje de scripting, entre otras cosas. Ahí es nada.
Su última creación es un emulador de PC escrito en JavaScript para el navegador web. Aprovecha la gran velocidad de ejecución que logran los motores de JavaScript de Firefox 4 y Chrome 11 para ejecutar una pequeña versión de Linux totalmente funcional ¡dentro del navegador!
Él dice que lo hace por diversión, y probablemente este sea uno de esos programas que encajan en la categoría de idas de olla totalmente inútiles, pero no por ello deja de ser una curiosidad digna de admiración. Me quito el sombrero.