Alegre día de domingo

Estamos en campaña, señores. Ya os lo contaba ayer Almudena. Y yo no quería ser menos, así que vengo a ayudaros a todos, en plan CocaCola: para los que lo tengáis claro, para los indecisos, para los que no tengáis ni puñetera idea de qué va esto del Parlamento Europeo… Sólo quiero que el domingo vayáis hacia las urnas con una sonrisa de oreja a oreja y penséis: «Efectivamente. Nos la están clavando cruzada. Pero yo elijo quién y la profundidad de penetración».

«Europa se la juega», dice la web del Parlamento Europeo. Pero, ¿qué es lo que está en juego? Evidentemente se refieren a esto:

Hasta la fecha los eurodiputados de cada país cobraban lo mismo que sus parlamentarios nacionales (unos 3.100 euros mensuales brutos en el caso de los españoles), pero con la unificación de criterios todos pasarán a cobrar un sueldo fijo de unos 7.665 euros brutos, a los que se deben añadir dietas, viajes y el pago de otros conceptos, que llevarán a los políticos a sobrepasar los 13.000 euros. El aumento significará para los eurodiputados españoles 4.565 euros más al mes.

Los eurodiputados futuribles son los que se la juegan. A nosotros nos la juegan, que es diferente, con ideas de bombero como la anterior en plena crisis, o la de las 65 horas semanales, o la fina hoja que anda planeando últimamente sobre la yugular de la neutralidad de la red.

En la web del Parlamento, dan diez razones para ir a votar. Yo voy a destacar sólo dos. ¿Que <voz ostentosa>tienes la oportunidad de hacerte oír y de elegir el destino de Europa</voz ostentosa>? Pamplinas. Lo único cierto es que:

  1. «Si no se molesta en elegirlos, alguien lo hará por usted».
  2. «Si no vota, no se queje».

Así que no seáis tontos y votad. Votad al que parezca que no se dedicará a tocarse los mismísimos a dos manos y que por lo menos intentará ganarse (una fracción de) su sueldo. Y mientras estéis depositando vuestro voto y empecéis a notar cierta dilatación rectal, pensad en que estáis alejando a unas familias de la crisis, y en que podría ser peor: podría llover

Estamos en campaña

Aunque parezca mentira, estamos en campaña. Y lo sé… no porque últimamente se hable sobre la importancia del Parlamento Europeo, no porque haya escuchado el proyecto europeísta de algún partido político, ni siquiera por los ignorados debates televisivos, o la vergonzosa y ridícula propaganda electoral. Todo esto ha pasado más o menos inadvertido para mí. No: lo sé porque, por estas fechas, como siempre que se asoma la urna, el cociente intelectual de nuestros políticos parece sumergirse más de lo habitual. Quizás esperan que la abstención los favorezca. Si te distancias un poco y olvidas que estos tíos son los que nos gobiernan, puede resultar hasta humorístico. Os dejo algunos ejemplos:

Paco Camps es el más honorable de todos los valencianos, y de todos los españoles.

Jaime Mayor Oreja, candidato del PP.

[El presidente viaja] sujeto a las medidas de seguridad que le obliga su cargo.

Representantes de la Moncloa. El deber es el deber.

Es un rojo (…). El señor Rodríguez Zapatero representa la izquierda más radical que hay en Europa y él ha presumido de ello.

Esta frase me encanta, por una vez estoy totalmente de acuerdo con Esperanza Aguirre: es vergonzoso que el PSOE presuma de ser de izquierdas.

El PP tiene un candidato, lo más de derechas de todo el Gobierno Aznar.

Andrés Perelló, candidato del PSOE al Parlamento Europeo.

En unas semanas veremos los brotes verdes [de la economía, se entiende].

Elena Salgado, vicepresidenta segunda del Gobierno y ministra de Economía y Hacienda.

Da la impresión que los brotes verdes son de marihuana y se los ha fumado el Gobierno.

Juan José Güemes, secretario de Comunicación del PP de Madrid, ocurrente como él solo.

No creo que sea lo más apropiado para un responsable de Sanidad. Vamos a ver lo que tienen cultivando en Génova.

Miguel Sebastián, Ministro de Industria, otra mente preclara.

Siguiendo la iniciativa de Rinzewind, he hecho mi propia versión de la campaña.  Creo que lo resume todo:

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«Con la Iglesia no se discute»

La República fue una página nueva en nuestra historia. Su núcleo y la causa de su destrucción fue el laicismo, porque la Iglesia se dio cuenta de que se jugaba el tipo y puso toda la carne en el asador. Esto no lo entienden los jóvenes porque no lo han vivido y porque en las escuelas el PSOE, que había hecho pactos, eliminó esa circunstancia de los planes de estudio.

Lean esta entrevista del diplomático Gonzalo Puente Ojea realizada con motivo de la presentación de su libro La religión, ¡vaya timo!, perteneciente a la colección ¡Vaya timo! de la editorial Laetoli. Da gusto ver —leer en este caso— a personas sin pelos en la lengua hoy en día, que vivimos instaurados en la cultura de lo políticamente —y religiosamente— correcto.

A propósito, una prueba empírica del timo que supone la religión es la cantidad de entradas que tenemos en esta casa que caen simultánea e irremediablemente en las categorías de Religiones y Política/Sociedad: no debería haber ninguna.

Menú especial de la casa

Situación: un día cualquiera queremos ir a comer a un restaurante. Elegimos el sitio, nos sentamos a la mesa y pedimos la carta. Tras un vistazo rápido, nos decidimos: de primer plato, menestra de verduras; de segundo, pollo frito. El camarero toma nota y al poco rato vuelve y nos sirve un plato con unas cuantas semillas y otro con un huevo frito.

¿Vosotros cómo reaccionaríais? Me interesa especialmente la respuesta de aquellos que piensan que un embrión es una persona.