¿Libertad de expresión?

Leo en PÚBLICO que la Audiencia Nacional ha embargado los coches, bienes y salario de cinco de los acusados por quemar fotos del Rey el pasado 22 de Septiembre, en Girona. No quiero entrar tampoco en largas argumentaciones sobre lo vergonzoso del asunto, porque supongo que a estas alturas cualquiera es capaz de recitarlas de memoria -sobre todo después de la que se lió con la caricatura del principito* en El Jueves-. Pero volvemos a las andadas y por mi cerebro se cruzan dos ideas opuestas:

La primera vendría a ser poco más o menos… «¡¡¡Aaaaaaah!!! ¿Pero nos hemos vuelto todos locos? ¡¡Serán… @jfxl#!ws|$zh hijos de la Gran Paloma!!»

La segunda, en cambio, me tranquiliza y saca un brillo maquiavélico y sibilino de mi ojo izquierdo, mientras me froto las manos a lo Señor Burns… «Excelente, que sigan así». Y es que a veces me pregunto cómo la Corona Española no se ha dado cuenta todavía de que su supervivencia depende directamente del poco ruido que haga. Si empieza a molestar más de la cuenta, corre el temible riesgo de despertar a los republicanos que tan plácidamente dormimos en el Estado del Bienestar, sin querer darnos cuenta de que YA NO NOS HACE FALTA.

* Claro está, una orden judicial obligó a El Jueves a retirar dicha portada de su página web. Por eso he tenido que poner un link al blog de Javier Armentia donde todavía aparece publicada.

Milagros de campaña. Capítulo Final: Los milagros no existen

El alma de un político llega al paraíso (se cree que por un error) y se encuentra en la entrada a San Pedro en persona.

– Bienvenido al paraíso -le dice San Pedro-. Antes de que te acomodes, parece que hay un problema. Verás, rara vez llega un político aquí y no sabemos muy bien qué hacer contigo. Así que lo decidirás tú: pasarás un día en el infierno y otro en el paraíso, y luego podrás elegir dónde pasar la eternidad.

Y con esto, San Pedro acompaña al político al ascensor y baja, baja y baja hasta el infierno. Las puertas se abren y se encuentra justo en medio de un verde campo de golf. A lo lejos se ve un club y, de pie delante de él, están todos sus amigos políticos que habían trabajado con él vestidos con traje de noche y muy contentos. Corren a saludarlo, lo abrazan y recuerdan los buenos tiempos en los que se enriquecían a costa del pueblo. Juegan un agradable partido de golf y luego, por la noche, cenan langosta y caviar. Comparten la noche con hermosísimas y liberales jovencitas. Se encuentra también al Diablo que, de hecho, es un tipo muy simpático y se divierte mucho contando chistes y bailando. Se divierte tanto que, antes de darse cuenta, es hora de irse. Todos le dan un apretón de manos y lo saludan mientras llega el ascensor. El ascensor sube, sube, sube y vuelve al paraíso, donde San Pedro lo está esperando.

– Ahora es el momento de pasar al paraíso -le dice-.

Así que el político pasa las 24 horas sucesivas paseando de nube en nube, tocando el arpa y cantando. Una vez terminado el segundo día, San Pedro va a buscarlo.

– Ya has pasado un día en el infierno y otro en el paraíso. Ahora debes elegir -le indica San Pedro-.

El político reflexiona un momento y responde:

– Bueno, el paraíso ha sido precioso, pero creo que voy a escoger el infierno.

Sin más dilación, San Pedro lo acompaña hasta el ascensor y otra vez baja, baja y baja hasta el infierno. Cuando las puertas del ascensor se abren, se encuentra en medio de una tierra desierta cubierta de mierda y desperdicios. Ve a todos sus amigos vestidos con harapos, recogiendo los desperdicios y metiéndolos en bolsas negras. El Diablo lo alcanza y le pone un brazo en el cuello.

– No entiendo -balbucea el político-. Ayer estuve aquí y había lindas mujeres, un campo de golf y un club, y comimos langosta y caviar, y bailamos y nos divertimos mucho… y… y… ahora todo lo que hay es un terreno desértico lleno de porquerías… ¡y mis amigos parecen unos miserables!

El diablo lo mira, sonríe y dice:

Ayer estábamos en campaña; hoy, ya has votado por nosotros.