Falta algo, sí, pero no una tilde

Llevamos a vueltas con la no-tilde en solo desde la decisión de la RAE en la nueva Ortografía de suprimir dicho caso especial infundado definitivamente —con muy buen criterio a mi entender, como ya argumenté en diversas ocasiones por aquí: 1, 2 y 3—. Leo hoy el siguiente tweet:

Vemos que se defiende la tilde en el adverbio solo reseñando la siguiente cita: «Para vivir solo necesito una conexión a Internet». Ciertamente, existe ambigüedad, eso no es discutible. ¿Para vivir solo, con solo adjetivo, o solamente necesito una conexión a Internet, con solo adverbio? Sin embargo, veremos por qué este caso no es una justificación válida para tildar el adverbio. Hay algo que falta aquí, sí, pero no es una tilde.

La oración no se encuentra en su orden —llamémosle— canónico, puesto que el complemento se halla antepuesto. La frase reordenada para los dos significados que dan origen a la ambigüedad quedaría así:

  1. Solo necesito una conexión a Internet para vivir, con solo adverbio.
  2. Necesito una conexión a Internet para vivir solo, con solo adjetivo.

Aquí ya no hay duda: se deshace la ambigüedad. El problema viene cuando, con el propósito de enfatizarlo, anteponemos el complemento 1) para vivir o 2) para vivir solo, de forma que ambos significados se entremezclan. Pero no nos engañemos: hay un elemento que falta aquí, como decíamos, que no es la tilde y deshace la ambigüedad sin ningún problema, y ese elemento es la coma.

¿Cómo pronunciamos ambas oraciones con el complemento antepuesto? Piénselo. O dígalo en voz alta si es necesario. Efectivamente, hacemos una pequeña inflexión después del complemento que marca el sentido claramente y deshace la ambigüedad (además, en el lenguaje oral, no hay tilde en solo que valga…). Dicha inflexión, que no pausa, se marca con una coma, porque, recordemos, la coma no es una pausa, aunque a menudo coincida. Veamos:

  1. Para vivir, solo necesito una conexión a Internet.
  2. Para vivir solo, necesito una conexión a Internet.

Problema resuelto. Fin de la discusión.

Las comas no se tiran a puñados

Lo dije el otro día en Twitter y lo repito aquí y donde haga falta. La coma es un signo de puntuación y, como tal, tiene sus funciones, sus diferentes usos lingüísticos. La coma no es una pausa.

coma2. Signo de puntuación (,) que indica normalmente la existencia de una pausa breve dentro de un enunciado.

Repito: la coma no es una pausa. Coincide, normalmente, con la existencia de una pausa breve, lo cual no la convierte en una pausa.

No siempre su presencia responde a la necesidad de realizar una pausa en la lectura y, viceversa, existen en la lectura pausas breves que no deben marcarse gráficamente mediante comas.

Más claro, agua. Y si tenéis dudas, simplemente no pongáis nada y acertaréis en un alto porcentaje de casos. Porque una coma que no está no estorba, pero no hay nada más molesto que una coma fuera de lugar: es como leer con hipo, como pensar a trompicones. Te cortan el hilo, te chamuscan el cerebro.

He aquí un caso práctico en un email que recibí el otro día:

Pues sí me habéis ocasionado molestias, sí.
Pues sí me habéis ocasionado molestias, sí.

Sed responsables con las comas: hay gente que sabe leer.

La dura rutina del Talibán Ortográfico

Alguien ha hecho una pintada en el portal del nuevo piso de Iñaki. Cada mañana al levantarnos y cada tarde al volver a casa, el terrorífico mensaje se nos clava en las pupilas y en el cerebro sin que quepa siquiera la esperanza de que alguien del ayuntamiento venga a destruir el cristal mancillado. No en un plazo previsible, por lo menos.

Tras mucho debatirme entre arrancarme los ojos o comprar un spray para corregir la aberración, he tomado una decisión: en nuestro bloque vive un chico encantador llamado Tiago, y su novia, locamente enamorada, olvidó añadir la correspondiente coma al omitir el verbo de su mensaje (cosas de la edad y las hormonas). Sigue siendo una errata… pero con esta es más fácil convivir cada día. Y si la repites el número suficiente de veces, dejan de dolerte los ojos. Incluso empiezas a entrever una coma, camuflada cual cara de Belmez, entre los reflejos: «Por Tiago, lo que sea».

Premios «Terrorista Ortográfico», edición VI

Tras una gran temporada sin aparecer por aquí (no por falta de candidatos sino más bien por exceso y por pereza; aunque también influye que me voy ablandando con el tiempo…), vuelve el azote de los criminales ortográficos, pero también, por qué no, de los sintácticos, semánticos y de lo que se tercie en un momento dado: el Talibán Ortográfico.

Hoy el premio se lo lleva nuestro querido (risas aquí) Eduardo «Teddy» Bautista García, «compositor y músico desde 1962» [sic]. Como sabréis —y, el que no lo sepa, es porque acaba de despertar de un largo coma—, el otro día se sometió a votación la famosa Ley Sinde y, al menos de momento y en este primer asalto, salió rechazada. Como consecuencia, el presidente de la SGAE escribió una carta para sus socios. Viendo sus errores, vamos a intentar aprender un poquito más sobre ortografía.

Punto número uno:

Estimad@s soci@s y amig@s, […]

Señor Bautista, amigos, amigas de la nave del misterio, la arroba no es para eso. Veamos qué dice la RAE en su artículo sobre el género:

2.2. Para evitar las engorrosas repeticiones a que da lugar la reciente e innecesaria costumbre de hacer siempre explícita la alusión a los dos sexos (los niños y las niñas, los ciudadanos y ciudadanas, etc.; → 2.1), ha comenzado a usarse en carteles y circulares el símbolo de la arroba (@) como recurso gráfico para integrar en una sola palabra las formas masculina y femenina del sustantivo, ya que este signo parece incluir en su trazo las vocales a y o: Marca de incorrección.l@s niñ@s. Debe tenerse en cuenta que la arroba no es un signo lingüístico y, por ello, su uso en estos casos es inadmisible desde el punto de vista normativo; a esto se añade la imposibilidad de aplicar esta fórmula integradora en muchos casos sin dar lugar a graves inconsistencias, como ocurre en Marca de incorrección.Día del niñ@, donde la contracción del solo es válida para el masculino niño.

Además de ser incorrecto porque no es un signo lingüístico, me sangran los ojos cada vez que lo veo. En su lugar, desde aquí le recomendamos que, si quiere evitar las engorrosas repeticiones a que da lugar la innecesaria costumbre de explicitar la alusión a los dos sexos, simplemente la evite. Como ya hemos discutido por aquí en otras ocasiones, el masculino gramatical se emplea para designar a ambos sexos, y al que no le guste, que no mire.

Punto número dos:

[…] Piensa y plantea, comprométete con el resto de compañeros y compañeras, pide explicaciones serenas y respetuosas, pero firmes y argumentadas, de porqué nos quieren privar de unos derechos que están siendo reconocidos en la mayoría de paises de nuestro entorno, convirtiendo a España y a los españoles en una anomalía inexplicable. […]

Ay… el porqué de las cosas: cuántos quebraderos de cabeza trae. De nuevo, vamos a explicar el significado y uso de los famosos «por qué», «por que», «porqué» y «porque», que, visto lo visto, nunca está de más.

  • porqué. Es un sustantivo masculino que significa «causa o motivo». Como buen sustantivo, tiene un plural: porqués. Su uso es fácil de identificar: cuando es sustituible por «causa», «motivo» o «razón». Vemos que en la oración de Bautista no lo es, así que no debería haber usado esta palabra.
  • por qué. Es la combinación de la preposición por y el pronombre o adjetivo interrogativo o exclamativo qué. Se emplea en oraciones interrogativas directas («¿Por qué escribe la gente tan mal?»), indirectas (es el caso que nos ocupa de la carta de Bautista: debería haber utilizado por qué) y exclamativas («¡Que por qué!»).
  • porque. Es una conjunción subordinante que se emplea para denotar causalidad: «Escribo esto porque me apetece». También se utiliza como conjunción final con el sentido de para que; en este caso, se admite tanto el uso de porque como de por que: «Haremos lo posible porque se cure» o «Haremos lo posible por que se cure» (personalmente, me parece más claro y correcto el segundo uso).
  • por que. Es la combinación de la preposición por y el pronombre relativo o conjunción subordinante que. Cuando que actúa como pronombre relativo, es sustituible por otros relativos: «No sé la razón por que se fue» puede reescribirse como «No sé la razón por la cual se fue». Cuando actúa como conjunción subordinante, el por es exigido por el verbo, sustantivo o adjetivo, y el que encabeza una subordinada y, como tal, puede sustituirse fácilmente: «Tiene interés por que la Ley Sinde se implante» puede reescribirse como «Tiene interés por algo».

Y hasta aquí esta edición de los Premios Terrorista Ortográfico. A algún que otro comentarista le vendrá de perlas. ;-)

Sobre la nueva Ortografía (tercera parte)

La lengua para quien la habla, magnífico artículo de Miguel A. Román en el blog Román Paladino, de Libro de Notas:

[…] no pocos de los prenunciados cambios son ya cosa juzgada en esta sala (aquí y aquí) y créanme que no voy a modificar aquellos criterios, menos aún en los casos en que los doctos académicos me dan la razón.Pero no venían mis razonamientos hoy a esos detalles “científicamente” tratables de la cuestión, sino al hecho (que se me antoja sorprendente) de las polémicas, zalagardas, soflamas, bochinches, garapas y mitotes que se han producido en días pasados a cuenta de un quítame allá esas tildes.

Hombre, que los filólogos, ortotipógrafos, etimólogos y lexicógrafos pongan el grito en el cielo imbuidos de espíritu científico y corporativista me parece razonable. Al fin y al cabo son profesiones lo suficientemente aburridas como para que cualquier algarabía suponga una liberación de la rutina.

Pero que el “pueblo llano” reaccione ante las decisiones académicas de poner o quitar grafema como si se subieran los impuestos o se declarara la ley marcial, colma mi capacidad de asombro. Al parecer realmente piensan que es importante (adelanto: no lo es) y que las mudanzas propuestas son profundas (aclaro: no lo son). Y concluyo que somos pueblos (los de allá y los de acá) para los que el idioma y su uso correcto alcanzan estatura de problema nacional y aun transnacional.

Pero lo que no es de recibo es que si no parecen buenas las disposiciones en materia de normalización idiomática que debaten, acuerdan e imprimen la Asociación de Academias de la Lengua Española, se ejerza simplemente ese derecho al pataleo resignado, en la creencia simplista de que “por la fuerza de la ley” se nos obligará a aceptar unas normas que no son las conformes a la costumbre.

Porque, insisto (y ya son mil), no es así. Las normas las pone quien habla y quienes le escuchan, quien escribe y quienes le leen, primando por encima de cualquier criterio la claridad en el mensaje, la función comunicativa. Y no es ese argumento una llamada a la desobediencia, sino a la conciencia de que el idioma es nuestro y las autoridades académicas únicamente tienen la misión de estudiarlo, entenderlo, aceptarlo y proclamarlo.

Y, recogido del segundo artículo enlazado en esta cita:

La única recomendación razonable en todo esto es apelar a la honradez personal: tilde usted como pronuncie, será la mejor forma de que en sus escritos persista no únicamente sus pensamientos, sino también, de chiripa, algo de su voz.