Gratitud católica

Leo en EL PAÍS una historia muy divertida. A ver qué os parece:

Érase una vez hace muchos muchos años un pueblo, gallego para variar, con una parroquia para variar y unos terrenos a su alrededor, todo ello propiedad de la Iglesia Católica también para variar. Bien, allá por 1967 en este pueblo, las aguas del embalse de Portodemouros anegaron el templo y el cementerio de la parroquia. Como no iban los señores curas a invertir su propio dinero en arreglar el desastre, la propiedad de los terrenos fue cedida a los vecinos del pueblo, a condición de restituir los daños provocados. Estos mismos vecinos, buenos cristianos y voluntariosos, fueron quienes reconstruyeron el nuevo templo (propiedad, esto sí, del Obispado) y salvaron las piedras del antiguo, que el bueno del párroco se encargó de vender al mejor postor, quedándose él solo con los beneficios, claro. Hasta aquí, los vecinos de puro buenos, parecen tontos, pero resulta incluso creíble. Lo surrealista empieza aquí: la Iglesia Católica ha reclamado ahora, la propiedad de esos terrenos. Y lo hilarante, aquí: mientras los vecinos no se los regalen, ¡amenaza con no celebrar más misas en la parroquia del pueblo!

Los vecinos, claro, lloran desesperados por la calles del pueblo. Ya han envuelto las escrituras de los terrenos con un gran lazo rojo y una carta de arrepentimiento. Algunos incluso quieren regalarle sus coches, casas y esposas al Obispado, con tal de que el párroco vuelva a sus vidas. Pero que estén tranquilos, que la Iglesia es infinitamente misericordiosa y no conoce la avaricia, jamás aceptaría semejantes presentes… en el mundo de yupi del Obispo de Lugo. En el mundo real, el pueblo entero se parte el culo: qué gran sensación de superioridad, que alguien que no tiene ningún poder sobre uno, lo intente chantajear.

La paradoja de Ellsberg

Gracias a cgredan, os traemos otra curiosa paradoja para la tarde del domingo. Se trata de la Paradoja de Ellsberg. Dice así:

Una urna contiene 90 bolas: 30 son rojas y el resto amarillas y negras, en una proporción desconocida. El juego consiste en dos apuestas, en cada una de ellas podéis elegir la opción que más os convenga para jugar.

Primera apuesta:

  • Opción A: Si sacas una bola roja, ganas.
  • Opción B: Si sacas una bola amarilla, ganas.

Segunda apuesta:

  • Opción C: Si sacas una bola roja o negra, ganas.
  • Opción D: Si sacas una bola amarilla o negra, ganas.

Debéis escoger una opción en cada una de las dos apuestas, y argumentar por qué. Primero vuestras opiniones, y luego os cuento dónde está la paradoja.

Réquiem de Mozart

Hoy vamos a escuchar una de las piezas más bellas jamás compuestas: la Misa de Réquiem en re menor KV 626 del compositor austriaco Wolfgang Amadeus Mozart; obra que dejó inacabada debido a su muerte repentina, a la temprana edad de 35 años. A pesar de ello, fue un compositor enormemente prolífico (los músicos solemos decir que «cagaba sonatas», con perdón). En sus últimas composiciones se hizo patente su gran madurez compositiva. Nos dejó joyas inigualables como la ópera La flauta mágica o el Concierto para clarinete en La Mayor.

La Misa de Réquiem fue su última obra, de hecho no la terminó él, sino su discípulo Franz Xaver Süssmayr, gracias a las indicaciones del maestro. El encargo de la misa fue hecho por un desconocido de aspecto sombrío —más tarde se supo que era un enviado del conde Franz von Walsegg, cuya esposa había fallecido—. Este personaje produjo una fuerte impresión en un Mozart obsesionado con la muerte. Llegó a pensar que era un mensajero del destino que presagiaba su propio fin.

Como curiosidad, añadir que Ludwig van Beethoven y Frédéric Chopin, además de Napoleón Bonaparte, fueron enterrados bajo las notas de esta maravillosa composición.

Sin más, dejemos que hable la música. La siguiente interpretación corre a cargo del Concentus Musicus Wien dirigido por el director y violonchelista alemán Nikolaus Harnoncourt.

Ver vídeo

El mundo es una sexocracia

Desde la Guerra de Troya a la crisis económica, parece que todos los problemas de la Historia se reducen a lo mismo: líos de faldas, o más bien de braguetas. Al final va a ser cierto que nos iría mejor si los cargos administrativos fueran ocupados por mujeres. Me he reído mucho leyendo este artículo según el cual, cada jefazo por su jefaza, dejó de hacer eficazmente su trabajo y dieron lugar a la crisis que nos ocupa ahora. Lo incluyo en la categoría de humor, pero seriamente me pregunto cuánto hay de cierto en esta tesis. Después de todo, puede que el motor último de nuestras acciones sea siempre el mismo. Como decía cierto amigo mío… el mundo es una sexocracia.