Ya, ya lo sé. Estáis todos hasta la p… coronilla de la campaña electoral estadounidense. Por eso, y porque no es que me emocione especialmente hacer propaganda de un partido de derechas, no pensaba escribir ningún post sobre este tema. Pero hoy he leído un divertidísimo artículo sobre las críticas que le dedica la extrema derecha de EEUU a Barack Obama, y no he podido resistirme. Primero fue lo de compararlo con Paris Hilton y Britney Spears (reconocidas republicanas ambas, por cierto). Que digo yo que les habrá costado encontrar a dos «celebridades» más radicalmente opuestas al candidato demócrata, pero bueno… aceptamos pulpo. Ahora van más allá y lo acusan de ser «El Elegido». Paradíjico cuando menos, viniendo de un partido de extrema derecha en un país tan fanáticamente religioso como EEUU. Y lo que es peor: dicen que Obama –madres, tapadles los ojos a vuestros inocentes hijos– fue a una tienda de productos ecológicos –¡depravado!, ¡pervertido!– ¡¡a preguntar el precio de la rúcula!! —dremíadelamorhermoso…
Lo dicho, si lo peor que pueden decir sobre su oponente es que le gusta el ecologismo y lleva una dieta sana, ya me puedo imaginar a los creativos de la campaña electoral de McCain en un intenso día de trabajo…
Resulta que en Yemen han decidido sacarle rendimiento al servicio de señoras del Parlamento, utilizado hasta la fecha por una sola diputada. Para ello, el Presidente Alí Abdulá Saleh, ha propuesto promulgar una ley para reservar un mínimo del 15% de los escaños a las mujeres en las próximas elecciones.
¡Alabado sea el cielo! Dios, escandalizado con la noticia, se ha puesto en contacto con sus Allegados para advertirles de que ¡la participación de las mujeres en política es pecado! Fieles a su palabra, así nos lo han transmitido ellos: «Advertimos de que abrir la puerta a las mujeres significa que saldrán de sus casas y se mezclaran con hombres». «Si salen de sus hogares y coinciden con hombres en los lugares de trabajo, surgirán relaciones al margen del matrimonio, situaciones indecentes, adulterio e hijos ilegales».
¡Dios no lo quiera hermanos! Para evitar el regreso de Sodoma y Gomorra, los Allegados en cuestión han creado un Comité para la promoción de la virtud y la prevención del vicio dirigido por 42 clérigos. Sus agentes recorrerán las calles y locales públicos en busca de «comportamientos indecentes». Ya sabéis, beber alcohol, asistir a desfiles de moda, bailar con personas de sexo opuesto, cantar en público para las mujeres… Que si Dios lo dice… debe ser cosa mala.
Pintura, escultura y arquitectura. Diferencia entre la copia y el original
¿Por qué el modelo? Pienso que el caso de estas tres ramas artísticas es el idóneo pues permite al mismo tiempo que todo el mundo pueda “conocer” los Girasoles de Van Gogh, disfrutar de su belleza, valorar el cuadro en su justa medida, verlo y estudiarlo, o imprimirlo y enmarcarlo en su mesilla desde su propia casa si le da la gana, sin que ello perjudique en modo alguno las “ganancias” que genera dicho cuadro. Todo lo contrario. Cuando mayor es su fama, tanto más crece el mito y las visitas al Original.
Pero, claro, tiene truco. Respecto al cine, la fotografía, la música o la literatura, estas artes plásticas (pintura, escultura, arquitectura) cuentan con una ventaja fundamental y es que, en efecto, su copia nunca podrá ser idéntica al original. La diferencia entre ambas en realidad no es tan relevante como podría suponerse, o en cualquier caso, la belleza de estas obras, su “función” no se fundamenta sobre esta diferencia. Pero en cambio existe toda una cultura que mitifica la obra original más allá de su “belleza” o de cualquier función objetivable (función: beneficio o efecto sobre el espectador).
Para entender hasta qué punto es poco relevante la diferencia real entre un cuadro o escultura auténticos y sus copias, pondré varios ejemplos. El caso de la arquitectura queda descartado pues más allá de sus fotografías no es posible reproducir tal cual un edificio: las figuritas de plástico de los chinos quedan completamente descartadas dada su clara desemejanza con el original. En cambio sí es posible copiar un cuadro con gran fidelidad. Un póster a tamaño real sería suficiente. Algunos argumentarán que la textura del óleo, el relieve de la pincelada no pueden ser imitados por la tinta. Pero opino que, salvo los eruditos y los estudiosos (y para ellos fueron concebidos los museos al fin y al cabo), el público mayoritario de los museos no aprecia realmente esas diferencias. Es más, tal como ejemplifica la película “Mr. Bean: The ultimate desaster” poca gente distinguiría realmente el original y un póster con la conveniente capa de barniz. Y… si no os vale con el ejemplo del póster, ¿qué os parecen los falsificadores? Vale que no sea un medio de reproducción mecánica… pero a fin de cuentas, las copias suelen ser exactas y pese a ello, infinitamente más baratas que el auténtico.
Otro ejemplo: la fotografía. Por su propia esencia, es reproducible mecánicamente con absoluta fidelidad. Sin embargo los oríginales de Capa se conservan en un Museo. Podrían haberse obtenido montones de copias más a partir de los mismos negativos. Pero el Original seguiría siendo sólo uno.
En cuanto a la escultura, sucede algo parecido que con la arquitectura: no se puede descargar de Internet y las reproducciones de los chinos no nos valen. El tamaño no es el mismo, el material no es el mismo, el precio de la copia aumenta exponencialmente cuanto mayor es su parecido, haciéndose no apta para la tienda de recuerdos del museo. Sin embargo, os contaré que en Madrid (como en muchas otras ciudades) existe un Museo de Reproducciones Artísticas. Copias a tamaño real, con gran fidelidad de distintas esculturas. ¿Quién es el público de este museo? Estudiantes, dibujantes… gente interesada únicamente en la “forma” objetiva de estas esculturas, más que por su “mito”. El turista que entre aquí, el dominguero en busca de ocio, podrá ver figuras idénticas (capaces de cumplir idéntica “función”, por tanto) a la Venus de Milo o la Victoria de Samotracia, pero no podrá contar que ha estado frente al Original.
El caso es que, como decía, derecho o no, financiable o no, todo ello me parecen cuestiones más bien secundarias respecto a la cultura. Y me explico: la difusión gratuita de la cultura, beneficia también a la industria cultural, y en el peor de los casos, no la perjudica. Esto sucede así en todas las ramas del arte destacando la pintura y con una excepción muy notable en la música. Pero trataré de ir desarrollando el fenómeno caso por caso, pues cada campo artístico impone unas condiciones propias para su reproducción mecánica y su distribución, que repercutirá en distintas de consumo y financiación.
Empecemos por el caso de la pintura. Odin mencionaba los museos públicos de acceso gratuito (según el día). Se entiende que este “día gratis” funciona precisamente como un medio más de promoción del museo, que obtendrá ganancias durante el resto de la semana. Pero la difusión gratuita de esta “cultura” no se limita a los domingos por la tarde en el Prado. Internet, postales, camisetas, pósteres… la reproducción mecánica de la imagen de un cuadro no hace sino aumentar la popularidad del mismo, el número de visitantes y las ganancias de su museo, las ventas en la tienda de recuerdos, incluso el precio de la obra…
Lo mismo se podría decir de la escultura, con la salvedad de que es más difícil y más caro, a la par que hortera, llevarse una reproducción en miniatura del Beso de Rodin a casa. Con la arquitectura pasa algo parecido: las copias (fotografías) del original no hacen sino aumentar el valor del original. Y es que ese “original” es especial, su valor radica en su supuesta unicidad, pese a sus miles y miles de “clones”, él es el primero, el auténtico, tiene un carácter simbólico que hace que merezca la pena ir a visitarlo, en el museo que sea, en la ciudad que sea.
(Dos escenas de La ciudad de los niños perdidos, de Jean-Pierre Jeunet)
Llevo dos años fuera de Madrid. No se puede decir que lo extrañe. Tampoco me molesta volver a sus costas. Llevo dos años fuera de Madrid para darme cuenta de que soy más de Madrid que nunca. Lo llevo en el acento, en la sangre, o un grano enquistado en el culo si se prefiere. Eso da lo mismo. El caso es que Madrid está más cerca mío, cuanto más kilómetros nos separan, como toda buena familia.
Hoy mis dos alumnas, de 16 años, me preguntaban cómo era vivir fuera. La respuesta no fue negativa. Para nada, se vive mucho mejor fuera. Pero me salió la tontería romanticona al nombrar a Malasaña, el Rastro, la filmoteca… les conté que el mejor recuerdo de mi «adolescencia», seguía en la Plaza del Dos de Mayo: bajaba con unos amigos por la Calle Belarde. Todo estaba atestado de gente. Las estatuas de la plaza sostenían sus ya habituales botellas de cerveza. Y en el centro, entre el barullo, las guitarras y los timbales… un gaitero tocando en pie el himno de la Internacional. «Arriba parias de la tierra…»
No soy comunista. Antes me jactaba de decir que era más de izquierdas que los comunistas. Ahora ya ni eso. Sólo afirmo rotundamente que «esto», el sistema en el que rodamos ahora, no funciona. Los síntomas de sus defectos nos hacen malvivir cada día. A otros muchos los hace malmorir. Pero ése no es el tema. No soy comunista, pero Madrid, el Madrid que recuerdo, el Madrid que llevo en el quiste del culo, era, entre otras cosas, un punto de encuentro para aquellos que tampoco estaban de acuerdo con seguir rodando. Y sin embargo ahora temo que ese Madrid se esté marchitando.
Hace unos años, con la excusa de la Ley Antibotellón, nos cerraron Malasaña, la llenaron de policía. Nos echaron de sus calles. En el 2004 empezaron incluso a prohibir las fiestas del Dos de Mayo. Hoy leo entristecida, defraudada, nostálgica que las Fiestas del PCE no se celebrarán este año. Dicen que en primavera del 2009… ¡a saber! Y no es la fiesta lo que importa, no es beber en la calle, no es salir cada fin de semana. Es quedarse sin símbolos, sin espacios, sin lugares de encuentro. No hay forma más efectiva de minar a un colectivo, que quitarle esos puntos de encuentro. Y sin embargo, esta vez, es el propio PCE el que nos los roba.